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A inicios de 1943 en España estábamos en el inicio de una larga y dura posguerra pero el curso de la Segunda Guerra Mundial había cambiado definitivamente. Los antiguos amigos ya no lo eran tanto y los ejércitos aliados estaban en África del Norte. En ese momento no estaba muy claro por donde iba a continuar la lucha, pero el escenario de una invasión peninsular no era nada descabellado. Así que el terreno estaba abonado para realizar la primera superproducción bélica sonora dedicada a la más famosa resistencia de los españoles frente a una invasión: la Guerra de la Independencia.
"El abanderado" es una película dirigida por Eusebio Fernández Ardavin con un guión escrito conjuntamente con su hermano Luís y protagonizada por Alfredo Mayo, el galán de la época. Junto a él compartían cartel, Manolo Morán, Isabelita de Pomés, Raúl Cancio y José Nieto. Para su realización, la productora Suevia Films contó con la colaboración del Museo del Ejército, la Orquesta Nacional y con el compositor Joaquín Turina. Los asesores históricos fueron el catedrático Luis de Sosa y el historiador Federico Sainz de Robles. La ambientación histórica es bastante buena si tenemos en cuenta el momento en el que fue realizada la película. Las calles de Madrid están recreadas como si fuera el típico retrato costumbrista y están llenas de "manolas y manolos". También se puso bastante esmero en la recreación de los uniformes y unidades de las tropas españolas, aunque no tanto en el caso de los franceses (los sempiternos granaderos). Es de destacar la secuencia en el que se dona la bandera al regimiento.
La obra está claramente dividida en dos partes. En la primera nos traslada al Madrid de principios de 1808. Alfredo Mayo da vida al teniente Javier Torrealta, compañero de armas de los capitanes Pedro Velarde y Luis Daoiz y del teniente Ruiz. Su carrera parece prometedora pues ha sido nombrado abanderado de su regimiento y está comprometido con Renata, hija de un general francés y de una noble española. Pero las gentes de la Villa y Corte están inquietas por la presencia de los franceses. El director nos muestra dicha inquietud en todos los estratos de aquella sociedad, desde las tabernas hasta los bailes de palacio, pero de forma tragicómica, en un interesante contrapunto. Por ejemplo, el ordenanza de Javier es el cabo Marchena, interpretado por el cómico Manolo Morán. A través de sus bromas y requiebros conoceremos entre otros al chispero Juan Manuel Malasaña y a su hija Manuela. No falta la típica escena de baile y cante español en la taberna por parte de la folclórica de turno tan del gusto de aquellos años. También asistiremos a un baile de palacio en honor a Murat, y allí encontraremos a un despistado Goya haciendo caricaturas sobre la vanidad de los asistentes. Es en ese baile cuando se nos muestra el intento de Murat de atraer a Velarde al bando francés.
La recreación del Levantamiento del Dos de Mayo es bastante buena, sobre todo si la comparamos con la última recreación realizada para la pantalla. Se muestran tanto los combates callejeros como la toma del Palacio de Monteleón. Me gustó la réplica de la famosa entrada en arco de dicho palacio para recrear la terrible lucha. Y también me gustó que la bandera que usan las tropas españolas es la correspondiente a 1808: escudo de armas real sobre fondo blanco. En algún momento parece que el populacho lleva algún trapo rojo y gualda, pero no es una bandera. Lo que si llevan es un retrato de Fernando VII entre navajas de palmo y medio. Hay una cosa que me llamó la atención, y es que cuando se muestra a la multitud enfurecida vemos una serie de primeros planos de la gente que la compone. Ese montaje es característico del director ruso Eisenstein así que hay que reconocerle a Eusebio Fernández el mérito de inspirare en los grandes. Una vez reprimido el Dos de Mayo la guerra se extiende por todo el territorio. En una serie de rápidas secuencias veremos la firma del Bando de los Alcaldes de Móstoles, la victoria de Bailen, a Agustina de Aragón combatiendo durante el asedio de Zaragoza y la defensa de Gerona. Llegamos así a la segunda parte de la película que comienza en el año 1811.
Y aquí es donde el director, su hermano guionista, los historiadores, el Museo del Ejército y la madre que los parió, la pífian completamente. Porque convierten la obra en un folletín infumable. Hasta ese momento la película tiene más virtudes que los defectos esperables en una película realizada en esos años. La segunda parte es un defecto continuo. Voy a contar el argumento para evitar que la gente sufra y sepa porqué debe dejar de ver la película. Tras el inicio de la guerra, Javier rompe su compromiso con Renata y se incorpora a las fuerzas que luchan en el norte comandadas por Espoz y Mina. Históricamente, Francisco Espoz y Mina era el jefe de una partida guerrillera de unos 3.000 hombres que puso en jaque a fuerzas francesas muy superiores comandadas por el general Honore Reille. Fue tal su éxito que se le conoció por "el rey de Navarra". En la película sin embargo vemos a un ejército totalmente uniformado y equipado. Se oculta que la Guerra de Independencia fue una guerra del pueblo contra un invasor y se transforma en una guerra entre tropas regulares. Pero eso no es todo, Renata todavía sigue enamorada de Javier y le busca. Es tomada prisionera por los españoles y como es una francesa el propio Espoz y Mina la condena a ser ejecutada por espía. No sólo eso, el oficial que debe de comandar el pelotón de ejecución será el propio Javier.
Como era de esperar, eso es demasiado para el pobre Javier que no duda en ayudarla a escapar, pero son descubiertos. Tras un sumarísimo consejo de guerra ambos son condenados a morir fusilados y esta vez será el mejor amigo de Javier el que mande al pelotón. Al amanecer todo está dispuesto y justo cuando se dice la orden "¡Apunten!" explota un cañonazo en medio del pelotón. ¡Los franceses al mando del papá de Renata han lanzado un oportuno ataque sorpresa! Evidentemente Javier siente la llamada del deber, coge la bandera, arenga a las tropas y se lanza hacia los franceses, donde le vemos caer. La secuencia de batalla que se representa es bastante chapucera, incluso para la época. Cualquier parecido con una batalla napoleónica es pura coincidencia. Puedo entender la falta de medios, o que los uniformes no sean todo lo correctos que se espera. Pero el que las tropas combatan al estilo melee de película medieval y que se vean mezclados los uniformes de distintas unidades (en un determinado plano se puede ver coraceros, húsares y mamelucos cargando conjuntamente) pues no tiene pase la verdad. Pero aún queda la puntilla. En la última secuencia vemos al ejército de Espoz y Mina formado ante Javier, que no sólo ha sobrevivido a la batalla, sino que encima le han restituido, le rinden honores, le ponen una medalla y descubre que Renata en realidad es española de pura cepa pues su padre biológico también era español, lo que pasa es que era hija adoptiva del general francés.
Como he indicado antes, la película transforma una guerra popular en una guerra entre militares. Es muy llamativo notar que en ningún momento las tropas francesas se portan mal con la población española. No hay "desastres de la guerra". Es cierto que cuando sucede el Levantamiento del Dos de Mayo vemos a la gente derribar y acuchillar franceses. Pero no hay la saña que puede verse en otras películas. Incluso hay tomas graciosillas como la del viejo con el trabuco anotando las bajas. Los franceses son sólo unos invasores extranjeros que no causarán ningún crimen de guerra y que a su vez no sufrirán la ira despiadada de los españoles. En mi opinión es la muestra más clara del cambio de amistades que tuvo que realizar la dictadura en esos años.
Lo dicho, bien en la primera parte, pero la segunda verla bajo la propia responsabilidad.
Links relacionados:
- Malasaña
- Comentario sobre la película en la web "Alfredo Mayo"
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