De acuerdo al testimonio del capitán Edward Ruppelt, primer jefe del proyecto “Blue Book”, en enero de 1953 un cuadro de científicos y oficiales al servicio de la CIA rechazaron el material aportado hasta entonces por sus propios investigadores y “sugirieron” que el público debía creer que los avistamientos tenían su origen en fenómenos naturales, malinterpretaciones y errores de percepción. A partir de ese momento, el personal de la Fuerza Aérea tuvo prohibido hablar sobre el tema con cualquiera que intentara investigar el asunto y el descrédito popular se convirtió en tendencia principal.
En 1955, la investigación científica fue abandonada públicamente y el fenómeno ovni dejado en manos de personajes de escasa seriedad y un cada vez mayor número de testigos poco creíbles que plantaron las semillas de los posteriores movimientos de culto ovni, tan de moda a finales de los años 60 y que parecieran haber regresado con fuerza en los últimos años gracias a la moda de las canalizaciones.
(“Pasaporte a Magonia: fenómeno OVNI en la Historia)
Una civilización de tipo III, por ejemplo, sería capaz de dominar el tejido espaciotemporal a su antojo, no sólo para viajar libremente y aprovechar toda la energía disponible en el Cosmos, sino incluso para crear sus universos propios a la manera de universos paralelos. Los dioses en su estado puro, ni más ni menos.
En este punto, las civilizaciones extraterrestres adquirirían el rango de dioses, ángeles y demás criaturas celestiales. Y, entonces, ya no estaríamos hablando de ciencia, sino de teología…
Pero eso ya serían otras historias.
Sin embargo… ¿acaso no son los límites una mera cuestión de conveniencia cultural…?