Por Jorge Gómez
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Casi todos los medios argentinos que cubrieron el accidente aéreo en Cuba privilegiaron la trágica historia del pasajero Virginio Viarengo: este docente jubilado oriundo de San Bernardo, Provincia de Buenos Aires, viajaba (y murió) junto a una mujer venezolana que había conocido por Internet.
Lo leemos en Clarín, en Perfil, en InfoBAE, en éste y otros portales noticiosos: la fatalidad se ensañó con dos almas que supieron entablar una relación forjada a la distancia, imagina el redactor afiebrado.
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Sin embargo, esto no es cierto. Como consigna claramente La Nación, la acompañante del docente fallecido se llamaba Norma Peláez, era profesora de matemáticas y vivía en Bahía Blanca. Ni siquiera sabemos si los desafortunados colegas se habían conocido en la Web.
No era muy difícil constatar que Viarengo nada tenía que ver con la única venezolana muerta en el accidente. Para empezar habría bastado con chequear el perfil del docente en Facebook: entre sus contactos figura el nombre de una de las compatriotas fallecidas.
El desacierto periodístico es muy común, producto de la tendencia a repetir sin verificar. Pero es particularmente doloroso en este caso, porque distorsiona una historia de amor, y le agrega detalles falsos publicados para siempre en los portales que muchos copian y pegan.
En Espectadores señalamos el error de la prensa patria pero además, románticos incurables, nos permitimos salpicar con nuestra gota de verdad a los buscadores globales. Sépanlo: el profesor Virginio Viarengo falleció junto a Norma Peláez, una querida docente argentina, no venezolana.