Cuenta la leyenda que el Acueducto de Segovia lo construyó el diablo para complacer a Licinia a cambio de su alma. Hubo un tiempo, hace muchos siglos, que Segovia carecía de agua. Sus habitantes, o mejor dicho, los más humildes, debían recorrer unos 15 kilómetros para llenar sus cántaros.Llegaban a un precioso paraje en la sierra de Acebeda. Allí después de recoger el agua en un manantial tenían que regresar a Segovia con las vasijas llenas. Eran muchas muchachas las que hacían este camino dos veces al día. Una tarea muy pesada ya que el sendero estaba en pendiente. El sufrimiento de las aguadoras era mayor durante los meses de verano.Licinia era una joven que trabajaba en casa de uno de los señores más poderosos de Segovia. Así lo demostraba con su edificio en lo más alto de la ciudad dominando toda la villa.Su labor principal consistía en traer el agua suficiente para toda la familia. Nunca debía faltar.Un día tras otro…Era una tarde de verano. El sol caía implacable sobre la sierra. Decenas de muchachas se cruzaban en el camino hacia la fuente o hacia Segovia.Licinia era una de ellas. Regresaba con su cántaro lleno de fresca agua. Era la segunda vez que aquel día se sentaba a la sombra de su olmo preferido.-¡Daría cualquier cosa por no tener que realizar este recorrido cargada con agua ningún día más!La joven se sobresaltó al escuchar una voz que procedía de detrás de unos arbustos.-¿De verdad estarías dispuesta a dar lo que fuera a cambio de no tener que llevar agua a tu señor? ¿Estás segura?La joven se puso en pie buscando al propietario de esa misteriosa voz. Saliendo de la vegetación vio a un hombre que vestía muy elegantemente. Era muy extraño. Enseguida quiso identificarle con una edad pero no pudo hacerlo. No sabía si tenía sus mismos años o era mayor que ella. Eso sí, mostraba en su rostro una sonrisa que la inquietaba.-¡Claro que sí! Si pudiera evitarme este trabajo tan agotador que tengo que hacer todos los días, lo daría. Pero soy una esclava y no tengo nada para poder darte- dijo Licinia.-Sí que lo tienes…además, algo de incalculable valor, por lo menos para mí. ¡Tu alma!- gritó el hombre extraño.Y la muchacha no pudo más que sonreír.-¿Mi alma? ¿Qué vas a hacer con ella?- preguntó divertida- Si me evitas el sacrificio de tener que venir todos los días a la fuente, pues sí, te la daré.Al hombre extraño le brillaron los ojos de una forma tan especial que Licinia reaccionó exigiéndole una condición.-Tienes que conseguir traer el agua desde la sierra hasta lo alto de Segovia antes de que salga el sol. Si lo consigues, mañana te daré mi alma.Y…el diablo aceptó. La saludó y se marchó con pasos presurosos.Licinia, sin dar ninguna importancia a este encuentro, tomó de nuevo el cántaro y se dirigió hacia la casa de su señor.Mientras andaba, intentaba imaginar a ese hombre trabajando entre la piedra y el polvo. Demasiado elegante para mancharse su vestimenta o dañarse la piel de sus manos…Anocheció. En las calles oscuras de Segovia todo era silencio. No se vislumbraba ninguna luz a través de las ventanas. Sus habitantes dormían. Licinia también.Pero de pronto la habitación de la muchacha se iluminó por causa de un rayo. Comenzó a soplar un viento huracanado que la despertó asustada.Parecía que se había desatado una fuerte tormenta de verano. Llovía con fuerza. Y como a la muchacha le encantaba sentir el frescor de la lluvia salió a la calle para disfrutar de aquel momento. Pero fue la única. Al parecer nadie había escuchado que estaba lloviendo en Segovia.Caminaba por las calles. Entre la cortina de agua, las gotas reflejaban una luz amarillenta y anaranjada que parecía moverse en diferentes direcciones.Muy extrañada por estos colores que brillaban y se difuminaban decidió caminar hacia ellos. Ya no llovía tanto.Los ojos de Licinia se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que el resplandor procedía de la sierra donde acudía a por agua. Eran una especie de bolas de fuego que se movían velozmente de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda. Con un ritmo acompasado, como si estuviera todo planificado. No se detenían.Se sentó en una piedra a observar cómo se iban acercando a Segovia. A lo lejos, de vez en cuando, se escuchaba un gran estruendo. Cómo si cientos de piedras rodaran por la loma de alguna montaña.Los resplandores estaban muy cerca. Y entonces pudo entender lo que estaba ocurriendo…Al mismo tiempo que cientos de bolas de fuego volaban por el cielo y se aproximaban, también lo hacía una especie de construcción de piedra que arrancaba desde la sierra…-¿Será unacueducto para traer agua a Segovia?- pensó Licinia.Entonces recordó la conversación con aquel hombre extraño. Se dio cuenta que estaba cumpliendo su promesa. Ahora…lo entendía todo. El que había pedido su alma a cambio estaba sobrevolando la ciudad envuelto en algunas llamaradas de fuego. Dirigía a los demás. Era… ¡el diablo!¡Licinia había vendido su alma al diablo!Se dio cuenta que si el acueducto llegaba a lo alto de Segovia antes del amanecer ella moriría.Aterrorizada salió corriendo hacia su casa. No se le ocurría otra cosa más que rezar. Pero el diablo estaba ya muy cerca de la zona más alta de la ciudad.Y mientras llegaba tuvo una idea.Buscó varias velas de cera y cogió una tea encendidaque llevó a la granja de su vecino. Allí dormían todos los animales,incluso el gallo. Encendió las velas y las puso alrededor del animal para que despertara creyendo que estaba comenzando a amanecerEl acueducto estaba al lado de la casa de Licinia. Los diablillos ya estaban celebrando su victoria. Y cuando el diablo se disponía a colocar la última piedra para terminar el acueducto…¡El gallo cantó…!Atónito e inmóvil se quedó el diablo cuando escuchó al animal. Su acueducto estaba prácticamente terminado. ¡Tan solo una piedra para poder llevarse el alma de Licinia!
Supo que había perdido su apuesta y que debían volver al infierno.Licinia salió corriendo hacia el acueducto para ver lo que estaba ocurriendo. Aún le dio tiempo a poder observar como las bolas de fuego desaparecían en el horizonte. Amaneció en Segovia. Sus habitantes salieron de sus hogares dispuestos a trabajar una jornada más. Grande fue la sorpresa cuando vieron aquella construcción por la que se escuchaba el rumor del agua al circular.Licinia, apoyada en uno de los pilares, comenzó a contar todo lo que había ocurrido. Los hombres más fuertes pudieron colocar la última piedra que faltabapara completar el acueducto de SegoviaEntre todos los segovianos acordaron encajar, en acción de gracias, la imagen de la Virgen y de San Esteban a cada lado de la única piedra que le faltó al diablo por colocar…Quiero agradecer a Pau Gir, el creador del blog Viajes con Historia por haber cedido estas magníficas fotografías para ilustrar esta leyenda.