Revista Cultura y Ocio
Benedicto XVI abandonó Madrid y nada más despegar su avión se desató una fuerte tormenta sobre la capital. Los más acérrimos seguidores del Papa dijeron que se trataba de su última bendición, mientras que los más escépticos prefirieron apuntarse a la teoría de que la naturaleza se había rebelado contra la pomposa visita de Su Santidad. Otros, en cambio, dijeron que se trataba de la ira que dejaba la estela del avión del Papa.
El único dato objetivo es que las Jornadas Mundiales de la Juventud ya han sido clausuradas y que el Papa, con sus impolutos zapatos de Prada (o de Adriano Stefanelli) , se encuentra hoy descansando en el Vaticano.
Los diarios conservadores “La Razón” y “Abc” titulan hoy en sus portadas “¡Gracias!” con fotos a cuatro columnas del Papa. “Esto no va a quedar aquí”, señala La Gaceta (de Intereconomía), quien reprocha a Zapatero que no acudiese ayer a despedir a Benedicto XVI.
El Papa llegó y se fue con sus zapatos rojos. Un calzado que ha sido objeto de una fuerte controversia y que llevó, incluso, a que el Vaticano se rebelase contra lo que consideraba un debate frívolo. Sean de Prada o de Adriano Stefanelli, (artesano que confecciona el calzado de Benedicto XVI desde que fue elegido Papa), lo único cierto es que el vestuario que luce el Papa no sólo es ostentoso sino que representa el modus operandi de una organización que exige a los demás que seamos corporativos y generosos con los más pobres, mientras ellos predican con todo lo contrario.
La toma de Trípoli por parte de los rebeldes y la ausencia de noticias sobre el paradero de Gadafi ha restado protagonismo al “día después” de la marcha del Papa, pero ello no ha impedido que en Madrid se haya abierto el debate sobre si las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido o no un buen negocio para la capital. Los más optimistas opinan que han dejado 160 millones de euros, mientras que los propios hosteleros y taxistas (no todos) aseguran hoy en los medios de comunicación que el impacto económico ha sido mínimo. El debate está servido. En el caso de que las cuentas no salgan, ya sabemos la milagrosa capacidad de la Iglesia para multiplicar panes, peces y euros.