La incertidumbre y no tener obligaciones ni rutinas incrementa la desgana de las personas pesimistas y con problemas psicológicos.
E l confinamiento obligado impuesto por el Gobierno español para hacer frente a la propagación del coronavirus no resulta sencillo para nadie, pero, sin duda, menos aún para aquellas personas que ya sufren una patología mental previa. Es el caso, por ejemplo, de los individuos con depresión diagnosticada –cuya cifra se estima que supera los dos millones y medio en nuestro país, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)–, una patología que dado lo extraordinario de la situación actual, «puede incrementarse entre personas con un estado interior frágil si solo se centran en lo negativo», asegura Irina de la Flor, directora del máster en Inteligencia Consciente de la Escuela de Salud Integrativa.Pero, más allá de los posibles nuevos casos de depresión, ¿qué ocurre con aquellos pacientes que ya están diagnosticados de esta patología? En condiciones de aislamiento social y falta de rutinas, este tipo de individuos se convierte en una población especialmente frágil. «Las personas depresivas o con baja autoestima no poseen por lo general herramientas que les faciliten una buena gestión de sus emociones y, si encima son negativas como les sucede a ellos, el hecho de tener menos elementos de evasión les enfrenta más fácilmente con su angustia», advierte de la Flor. «Estamos ante un escenario de desgaste emocional. Los sentimientos de tristeza, cansancio y desesperanza no son en absoluto buenos consejeros en estos momentos», asegura Javier Quintero, director de PsiKids. En este sentido, tal y como advierte el doctor Luis Caballero, jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica del Grupo HM Hospitales, «este tipo de pacientes con depresiones previas no suelen tener buenos recursos para enfrentarse a situaciones críticas como la pandemia actual, por lo que su tendencia al pesimismo y a la inseguridad podría verse agravada en algunos casos, lo que puede llegar a descompensar su situación. Sin embargo, sería un error generalizar».En cualquier caso, Caballero sí destaca que, ante una situación tan extrema como la actual, «la familia juega un papel decisivo para detectar a tiempo una posible recaída. En concreto, hay que vigilar que esa persona no se encierre en sí misma, que no muestre signos de irritabilidad, agresividad o trastornos del sueño, ya que eso podría reflejar una descompensación de su cuadro depresivo previo».
Para evitar que eso suceda, Quintero recomienda tres cuestiones fundamentales: «Lo primero sería continuar con su tratamiento farmacológico habitual, pues ahora, quizás más que nunca, deberían asegurar su correcto cumplimento. Por otro lado, si estaban en tratamiento psicoterapéutico, sería bueno buscar la forma de poder dar continuidad a ese apoyo emocional con las nuevas tecnologías. Además, es importante mantener una rutina de sueño y alimentación. Evitar prolongar las mañanas metidos en la cama, lo que solo nos llevará en no mucho tiempo a invertir nuestro ritmo de sueño-vigila. Es muy fácil, cuando nos sentimos vulnerables, “meternos en la cama” pero luego no va a ser tan sencillo salir. Y, por último, debemos mantener una actitud positiva ante la situación, nuestra mente reacciona a las valoraciones que hacemos no a las circunstancias en sí mismas. Algo solo es estresante, si lo percibimos como tal». Y si llega esa angustia, de la Flor recomienda «hacer ejercicios de respiración o meditaciones».Fuente: larazon
http://elmundotlp.blogspot.com/es