Por Ezequiel Tena
Agrupemos al conjunto innumerable de variables (podríamos hablar de microvariables, nanovariables, etcétera) que desconocemos en el devenir causal o histórico de un sistema complejo dentro del concepto genérico 'incertidumbre'. Con mayor razón, coloquemos asteriscos en cada interacción posible entre variables desconocidas. E introduzcamos una reserva para aquellas variables que desconocemos que desconocemos y para las relaciones susceptibles de suscitarse entre ellas y las restantes...Tendremos un vacío de campo inmensurable. Como no podremos hacer otra cosa para modelizar el progreso del sistema, enarbolemos la herramienta de los grandes números. Un ejercicio sincero del cálculo de incertidumbre asociada a cada variable y de la propia suma ponderada de todas ellas conduciría, en un sistema complejo, a un modelo divergente de posibilidades. Esto será así al menos por dos causas. Por tratarse de la evolución de un sistema, nos hallamos de entrada ante un proceso dinámico y vivo, dotado de su propia lógica de regulación. Que resultará inaprensible para nosotros. Por otro lado, el desconocimiento de las variables -por finos que consideremos sus rangos de cambio- hace quimérico calcular los impactos que produzcan éstas sobre el sistema. ¿Quién puede aventurar qué malla tejerán los sucesos que desencadenarán en el todo? Imagina quién. ¿Qué modelo que no mintiese podrá revelar el estudio? Sólo el caos. Muchos martillazos tendrían que aplicarse al modelo y la suficiente grasa monetaria habrá que untar en sus estudiosos para que el lomo hiperbólico-divergente se ajuste a los deseos del pagador. Sea que hablemos de cambio climático, de pandemias, de control de los recursos, de alimentación, de energía, de movimientos migratorios y control fronterizo o de la evolución de la delincuencia, la adecuación de los modelos a los parámetros exigidos por la intencionalidad política actual, de tan clara voluntad totalitaria, será el peaje que habremos de pagar -ustedes y todos nosotros- por llamar ciencia a la superchería, realidad a la mentira y progreso a
la senda de la esclavitud a que el globalismo nos aboca.
Para intuir gráficamente la geometría del horizonte de sucesos hagamos un ejercicio mental. Un simulacro hipotético: nos situaremos como observadores en el punto inicial de un proceso del sistema (¡Si ello fuera posible...!) Lo que se desplegará ante nuestros sentidos se manifestará enseguida como un caos incontrolable, una figura de ramas hiperbólicas, desbocadas, respecto a las cuales olvidaremos inmediatamente el espejismo de control. En realidad, un caos imaginable que no nos sorprenderá; el caos dormita impreso en nuestro opacado interior, narcotizado por la ilusión del control. Pero por más que se pretenda oficialmente que los procesos tecnológicos en curso y desplegados estos últimos años ante nuestros ojos tienen todo bajo control, se nos miente. Al por mayor; sin medida; sin rubor; con absoluto descaro. Lo que hoy se tiene por ciencia exige de ti la renuncia a tus sentidos. Ostenta el título de ciencia el secuestro de la ciencia; no el debate, no la crítica, no la controversia. Están de moda en la nueva normalidad la censura, el silenciamiento del disidente y la sentencia por herejía al que exige el debate científico.
Se nos asegura que se contemplan las consecuencias del despliegue de los procesos tecnológicos de corte globalista. Se nos asegura que serán precisamente los efectos salvíficos buscados; que serán restauradas las condiciones óptimas para la vida, para la felicidad; que no tendrás nada y precisamente por no tener nada serás feliz. Corre la especie en las conversaciones: "pobre desgraciado, no profesa confianza en el progreso. No ve más que mal en el mundo, ¿Por qué? ¿Quién gana con la tanta maldad que imagina? Pobre, ¡así no se puede vivir!". Y bueno, no quiero yo decirle otra cosa al pobre desgraciado -que también soy yo- que ésta:
-Persevera, resiste. Tu posición es lo más valioso que la humanidad dispone. Rememorando sus impresiones psicológicas mientras estuvo preso en un campo de concentración, afirma Víktor Frankl: "Si en un supremo esfuerzo por conservar la dignidad, el prisionero no luchaba por mantener sus principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad -un ser con mente propia, con voluntad e integridad personal- y se consideraba una simple fracción de una enorme masa de gente: la vida descendía al nivel animal". Persevera, resiste y no te doblegues, porque tu valor es el alza de la especie.