© João Pina
Cuando fungía como profesora de Teoría de la Comunicación Social, una de las cosas que más me gustaba explicar a mis alumnos, es cómo los medios de comunicación eligen los temas que incluyen en sus agendas. Lo que en jerga científica se llama "agenda-setting".A menudo, el espectador ingenuo cree que los periódicos y noticieros dicen la "verdad", que la realidad del mundo es la que nos muestran los telediarios, y que hay que verlos para estar "informados" o incluso para ser "cultos" ¡!
Así, uno de los efectos más perniciosos que tienen los medios masivos es el de darnos una falsa ilusión de conocimiento y una visión sesgada de la realidad, ya no sólo permeada por la ideología del medio y por sus rutinas productivas, sino por los propios principios básicos del periodismo, dado que lo "noticiable" es precisamente lo anómalo.
Como poéticamente lo escribe David Testal: "El mundo no está lleno de violencia. Las noticias llenan su espacio de la poca violencia que hay en el mundo." En realidad no es que quieran conscientemente "meternos miedo", pero el efecto del sensacionalismo, totalmente funcional al sistema, sí que es ese.
Es frecuente que las madres recientes digamos siempre lo mismo: "desde que soy madre, ya no puedo ver el telediario". Creo que es otra de las maravillas que nos trae la maternidad :-)
Las dosis altas de oxitocina y prolactina, la sensibilidad hacia los pequeños, y una nueva identificación con la vida quizá, hace que nos parezcan repugnantes e insoportables las cuotas de violencia que hay en el mundo, y su forma de tratarla por los medios de comunicación.
Encender la televisión es un acto masoquista: de las guerras vulgares de los personajillos del corazón, a las guerras terribles de los dictadores que bombardean a su pueblo mientras el "primer mundo" desayuna cruasanes calentitos.
El amor maternal impide ver telediarios. Y si lo dejáramos expandirse y empoderarse, también impediría las horribles realidades de las que se alimentan.