El verdugo Marie Anne Charlotte Corday d'Armont nació el 27 de julio de 1768 en Saint-Saturnin-des-Ligneries, una pequeña aldea de Normandía. Charlotte pertenecía a una familia aristócrata. Su padre, François de Corday d'Armont, y su madre, Jacqueline-Charlotte-Marie de Gontier de Autiers, eran primos hermanos y descendientes del dramaturgo francés Pierre Corneille. Charlotte se quedó huérfana de madre siendo una niña. Sumido en un profundo dolor, su padre, quien también había perdido a su hija mayor, envió a Charlotte y otra de sus hijas a Caen, donde ingresaron en la Abbaye-aux-Dames. En esta abadía, la pequeña Charlotte tuvo acceso a una buena educación y pudo leer en la biblioteca del monasterio a grandes escritores como Plutarco o Voltaire. En 1791 Charlotte se trasladó a vivir con su prima, Madame Le Coustellier de Bretteville-Gouville. Un año antes, iniciada ya la revolución, se había decretado la supresión de los monasterios por lo que su vida conventual llegó a su fin de manera obligada. En aquel tiempo, la joven Charlotte empezó a simpatizar con las ideas moderadas de los girondinos. En su mayoría burgueses, los girondinos, llamados así por tener su origen en la región francesa de La Gironda, defendían una Monarquía constitucional. Tras la ejecución del rey Luis XVI el 21 de enero de 1793, los sucesos se precipitaron y la revolución se radicalizó. Los jacobinos y sans-culottes, defensores a ultranza de la república y la democracia, hicieron todo lo posible por desbancar a los girondinos de la escena política. Charlotte Corday, defensora de sus propios ideales, no dudó en terminar con aquella situación de Terror iniciada el 2 de junio de aquel mismo año por Robespierre. Se decidió así a marchar a París y terminar con uno de los radicales más influyentes. La víctima
La muerte de Marat | David
Jean-Paul Marat, médico, periodista y político radical, formaba parte del grupo de los Jacobinos junto con otros políticos como Danton o Robespierre. Marat formaba parte de los defensores de la república y la democracia, grupo conocido como “La Montaña” en la nueva Asamblea Legislativa, debido a su posición en la parte elevada de la sala. Marat era el editor de la famosa publicación revolucionaria L’ami du peuple en la que escribía sobre la revolución en sus aspectos más radicales. El asesinato El 9 de julio de 1793, dispuesta a llevar a cabo su cometido, Charlotte Corday marchó de Caen y se dirigió a París. Tras alquilar una habitación en el Hôtel de Providence se dirigió a la Asamblea Nacional para encontrar a Marat. Como allí no estaba el jacobino, Charlotte se presentó en su casa. Tras varios intentos por conseguir una entrevista con el periodista con el pretexto de que iba a facilitarle los nombres de los principales miembros de La Gironda dispuestos a organizar un levantamiento, consiguió acercarse a él. El retrato de Jacques-Louis David, La muerte de Marat, nos da una visión muy real de la escena que terminó Charlotte. El líder jacobino trabajaba sumergido en una bañera debido a una enfermedad que sufría en la piel. Con una tabla de madera, se ayudaba para escribir sus textos revolucionarios. Charlotte Corday no dudó y clavó un cuchillo en el cuerpo enfermizo de Marat. Murió en el acto. La joven girondina fue detenida e interrogada. Cuatro días después, el 17 de julio de 1793, fue ejecutada en la guillotina. Fue enterrada en el cementerio de la Madeleine. En sus últimos momentos defendió su acto asegurando que mataba a un hombre para salvar a cientos. Pero el asesinato de Marat no resolvió los problemas, más aún, los agravó. Los jacobinos iniciaron un periodo de “Gran Terror”, se suspendieron las garantías constitucionales y aumentaron las persecuciones contra aquellos que no defendían sus ideas republicanas y democráticas. El asesinato de Marat lo convirtió en un mártir de la revolución y provocó un endurecimiento de “la política montañesa ante el empeoramiento de la crisis política”1. Cincuenta años después, el escritor francés Alphonse de Lamartine relataría su historia y la denominaría el ángel asesino. ______ 1.La revolución francesa, Albert Soboul, pág. 240