Revista Cultura y Ocio

El ángel perdido, de Javier Sierra

Publicado el 23 febrero 2011 por Goizeder Lamariano Martín

El ángel perdido, de Javier Sierra

Título: El ángel perdido

Autor: Javier Sierra

Editorial: Planeta

Año de publicación: 2011

Páginas: 527

ISBN: 9788408099956

Como ya sabéis, El ángel perdido, la última novela de Javier Sierra, llegó a mis manos en la presentación del libro que se celebró en Madrid el 27 de enero, ocho días antes de que se pusiese a la venta el 4 de febrero. Salí de la presentación con muchísimas ganas de empezar la lectura gracias a toda la pasión y el entusiasmo que nos había transmitido su autor.
Pero, a pesar de las altísimas expectativas que tenía puestas en esta obra, tengo que confesar que no me ha gustado. En ningún momento ha llegado a engancharme, no me ha seducido ni me ha atrapado. No me ha transmitido nada. Me ha dejado indiferente y, al menos para mí, eso es lo peor que me puede ocurrir con un libro.

No puedo negar que el argumento prometía, y mucho. La catedral de Santiago de Compostela, el monte Ararat de Turquía, Londres, el presidente de Estados Unidos, investigaciones policiales, helicópteros, submarinos nucleares, el Arca de Noé, John Dee, ángeles, piedras con poderes sobrenaturales y, sobre todo, imaginación, mucha imaginación.

Porque aunque durante la presentación Javier Sierra nos explicó muy amablemente y con gran detalle cómo se había documentado para escribir esta novela, viajando no sólo a Galicia, sino incluso también escalando el monte Ararat, donde supuestamente se encuentra el Arca de Noé, a mí me ha dado la sensación de que esta novela es una historia escrita por alguien con una imaginación desbordante.

Como igual de desbordante me ha resultado a mí la trama. En ningún momento he llegado a congeniar con ninguno de los personajes. Julia Álvarez, una restauradora que trabaja en el Pórtico de la Gloria; su marido Martin, un climatólogo norteamericano con un pasado oculto, muchos secretos y una familia muy peculiar; los agentes del presidente de Estados Unidos, el propio presidente, los policías españoles que se encargan de la investigación, los amigos y familiares de Martin, los miembros de la misteriosa secta oriental...

Personajes hay muchos, pero ninguno me ha parecido creíble, cercano, humano. En definitiva, que me ha resultado imposible sentirme identificada con ninguno de ellos y, mucho menos, llegar a entender sus motivaciones, sus comportamientos, sus anhelos, sus miedos o sus sueños.

Me ha dado la sensación de que en ningún momento se ha profundizado ni en la trama ni en los personajes, que se pasaba por encima de todo sin pararse en nada y que lo único que se hacía a lo largo de la historia era correr, correr y correr. De verdad que en algunos momentos la lectura en lugar de hacerme disfrutar, de ayudarme a desconectar, a relajarme y a estar a gusto, que es lo que espero de un libro, lo único que conseguía era agobiarme sin llegar a transmitirme absolutamente nada.

Otra cosa que no me ha gustado son los continuos saltos, me explico. Aunque creo que el hecho de tener capítulos cortos ayuda a leer con ritmo, a enganchar al lector, y creo que esto es algo positivo, lo que ya no me ha parecido tan positivo son esos saltos entre distintos escenarios, personajes y narradores. Al final ya no sabía si estaba en Santiago de Compostela, en Turquía, en Londres, en Estados Unidos o dónde.

Y hablando de lugares. Otra cuestión que ha ayudado a sacarme continuamente de la historia son las pequeñas erratas que he encontrado. No son muchas, pero reconozco que soy muy tiquismiquis y maniática con estas cosas, que no las soporto y que me da muchísima rabia encontrármelas en un libro. Por ejemplo, en un momento se habla del Este de la Península Ibérica para unas pocas líneas más abajo, en la misma página, situar ahí Galicia cuando, que yo sepa, Galicia está en el Oeste.

Además he encontrado varias expresiones que me han resultado muy extrañas, que me han chirriado mucho. ¿Alguien puede explicarme cómo se colapsa una piedra, cómo puede uno frotarse los meniscos en lugar de las rodillas o por qué continuamente, en muchas páginas, hay expresiones como “el viento, el frío, el aire, etc. despabiló? ¿No hubiera sido más fácil utilizar el verbo espabilar? Porque, según el diccionario de la RAE, los significados de despabilar son: despachar rápidamente, o acabar con presteza; robar, quitar ocultamente, y cercenar, quitar de una cosa algo que en ella estorba o constituye una imperfección.

Yo no digo que esta novela no pueda seducir, gustar e incluso entusiasmar a muchísimos lectores pero conmigo, desde luego, no lo ha conseguido. Probablemente haya sido culpa mía, no digo que no. Tenía unas expectativas demasiado altas y la decepción ha sido todavía mayor. A eso hay que sumarle que esta es la primera novela que leo de Javier Sierra. Hasta que lo conocí en la presentación, para mí era un autor totalmente desconocido.

Sé que en muchas ocasiones, especialmente con su anterior novela, La cena secreta, se le ha comparado con Dan Brown. Y aunque este era el primer libro que leía de este autor, desde luego a mí sí me ha recordado mucho a El código Da Vinci, Ángeles o Demonios o La conspiración, libros que devoré hace unos cuantos años y que en su momento me entusiasmaron.

Sin embargo, creo que no es culpa de la novela y ni siquiera del autor, sino culpa mía. Leyendo El ángel perdido me he dado cuenta de que en estos años mis gustos literarios han cambiado mucho. Ya no me gustan este tipo de novelas, ahora en los libros busco cosas distintas, no digo que sean ni peores ni mejores pero, desde luego, sí diferentes. Busco historias y personajes profundos, que me resulten próximos, reales, humanos, que me hagan sentir, reír, llorar, que me muevan algo dentro, que me conmuevan y no únicamente que me lleven corriendo de un lado al otro sin transmitirme nada más. Por muy ángel que sea, este libro, desde luego, no me ha llevado al cielo precisamente.


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