Revista Opinión
De lo que tengo miedo es de tu miedo, decia el famoso Shakespeare. Realmente el miedo es quizás el arma más destructiva del sueño de los hombres. El miedo a la Revolución soviética engendró el estalinismo, la más horrenda de las pesadillas. El miedo a estar solos o ser rechazados socialmente se suple con productos de belleza que nos permitan dar una imagen positiva y saludable de nosotros mismos. El miedo es negocio. El miedo es un instrumento en manos de los de arriba para desmovilizar a los de abajo, igualmente que en términos cuantitativos el miedo puede convertirse en la azada de los de abajo hacia los de arriba, en la guillotina del pobre para el rico. En estos días se hace efectiva la norma de que el peligro desconocido es el que genera más terror. La pérdida de tu puesto de trabajo, la precariedad en el empleo, la factura sin cobrar, la paga que se demora, el sistema que se va al traste,... el miedo. Con el miedo juegan a que tengamos que ceder ante lo que antes nunca hubiéramos cedido. No nos planteamos luchar entre todos porque han conseguido el miedo personal, el sálveme yo y salgo corriendo. La ley de la selva donde nada se regula más allá de la fuerza y el miedo. El paro se convierte en su mejor arma, en su mejor instrumento para apuntalar el sistema capitalista. Hasta los viejos líderes de "la izquierda" (entre comillas) tienen miedo de perder su particular status, se atrincheran los viejos contra los jóvenes, los hombres contra las mujeres, el miedo a quedarse fuera de su maravilloso castillo de cristal, ahora que quedan pocas habitaciones que ocupar. El trabajo es ahora empleo, el Ministerio cambia su nombre para perderle el respeto a las normas por la que nuestros padres y abuelos habían luchado, el trabajo es un mercado más, donde se entra y se sale, se contrata y se despide sin que se tenga que dar explicaciones; como el que invierte en bolsa o en la ruleta rusa. Pero el trabajo es parte de la dignidad del hombre y la Tierra tiene recursos suficientes para que todos vivamos dignamente de ella, el miedo es la herramienta para el convencimiento del menos sobre el más. La muerte en vida es precisamente el miedo, ese largo y angustioso escalofrío, el escalofrío del miedo. Vivimos días donde la gente no es feliz por ese miedo que tenemos en el cuerpo, que han conseguido meternos, como si de pronto todo el bienestar, toda la seguridad en el futuro que teníamos se hubiera esfumado. El trabajo fijo tiene que acabar. Los funcionarios sobran. El Estado tiene que adelgazarse a lo mínimo. El gasto en Sanidad es excesivo. No todo el mundo puede tener beca. (...) Son frases que se repiten hasta que triunfan cuando el miedo llega a admitir una parte del regateo con que juegan los de siempre. Ya no hay miedo en el otro lado de la balanza, no hay muro de Berlin, ni buenos ni malos, hay arriba y abajo, como casi siempre en la Historia: los del medio sobran. La clase media que enorgullecía a Europa se la están cargando, la están aniquilando con el miedo, con el angustioso escalofrío del miedo. Escapa del miedo, rompe la cadena.