Revista Cultura y Ocio

El año sin verano, de Carlos del Amor

Publicado el 10 mayo 2015 por Goizeder Lamariano Martín
El año sin verano, de Carlos del Amor Título: El año sin verano Autor: Carlos del Amor Editorial: Espasa Año de publicación: 2015 Páginas: 251 ISBN: 9788467043716 La forma de contar historias, de narrar de Carlos del Amor me cautivó hace ya muchos años en La 2 Noticias, el telediario de la noche de La 2, y desde entonces le he seguido la pista y cuando escucho la voz en off de un reportaje cultural en cualquier telediario de TVE enseguida lo reconozco. Porque su estilo periodístico es inconfundible. Un estilo que por fin he podido disfrutar en su versión literaria con su primera novela, El año sin veranoUna novela que no sé hasta qué punto es autobiográfica o no y, la verdad, me encantaría saberlo.  Porque me ha calado hondo, me ha hecho reír y llorar, me ha conmovido. Me ha llegado muy adentro. Por la historia, por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y por cómo y cuándo la he leído yo. No sé si será cierto o no, pero al menos el padre del protagonista muere el mismo verano que nace su hijo. Leí este libro justo un año después de morir mi padre, que se marchó tres meses después de nacer mi hijo.
Desde luego, el protagonista es el alter ego del autor. Periodista de televisión que vive en Madrid. El protagonista además está casado, su mujer está embarazada y él se ha quedado solo en agosto para aprovechar las vacaciones para escribir su próxima novela, la historia de su abuela, después de que su primera obra, un libro de relatos, haya tenido éxito y la editorial haya vuelto a apostar por él. Vive en el centro de Madrid, un Madrid desierto en verano, en el que cuesta más aún si cabe que el resto del año ir a trabajar, a pasar el rato, porque no hay nada que hacer. Un Madrid que me ha encantado volver a recorrer y recordar, porque a mí también me ha tocado trabajar allí en agosto, cuando el calor deja vacía la ciudad, la paraliza, reseca todo, hasta las ideas. Por eso, cuando el protagonista encuentra el manojo de llaves de la portera de su edificio se deja arrastrar por el sopor, la falta de inspiración y, sobre todo, la curiosidad y pasa las tardes y las noches en las casas de sus vecinos, aprovechando que el edificio está vacío. Así, entrará no solo en sus casas, si no también en su pasado, conocerá sus sueños, sus miedos y, en definitiva, sus vidas. Unas vidas ajenas, sorprendentes, que nos hacen reflexionar sobre lo fácil que juzgamos a los demás, sobre las películas que nos montamos de sus vidas, sin ni siquiera saber mínimamente cómo son realmente cuando cierran las puertas de sus casas. Unas puertas que pueden esconder muchas cosas: un inmigrante, un matrimonio que se ama a pesar del olvido, una profesora de francés, una madre dispuesta a hacer todo por su hija, un cartero, un actor y, por encima de todo, un hombre enamorado de su mujer. En definitiva, una historia que nos habla de la rutina, el día a día, con sus alegrías y sus tristezas. El amor, la muerte, la cara, la cruz. La vida. Y lo hace con un estilo sencillo, cercano, fluido y, al mismo tiempo, intenso, cálido, humano. Nos habla de algo que todos conocemos, de algo con lo que es fácil sentirse identificado, de la realidad, pero de una manera diferente, convirtiendo lo cotidiano en extraordinario. La historia nos traslada de 2013 a 1983 y poco a poco vamos conociendo más a todos los personajes y formando un puzle que nos sorprende, nos atrapa y nos fascina más cuantas más piezas descubrimos. Porque, para qué negarlo, todos somos unos cotillas, unos fisgones, nos mata la curiosidad, como a los gatos. Una historia que, como dijo el propio Carlos del Amor en una entrevista, “no es policíaca, pero hay policías. No es una novela de intriga pero hay una muerte. No es una novela autobiográfica pero hay un periodista de Cultura. No es una novela romántica pero hay amor. Es todo eso, y lo que el lector quiera que sea”.
Y para mí, como lectora, ha sido mucho. La he disfrutado muchísimo, la leí en menos de veinticuatro horas y me supo a muy poco. El año sin verano ha sido tan intenso, tan visceral, tan entretenido, tan cercano, tan adictivo y corto, muy corto. Jugar con el lector. Sorprenderle. Esa mezcla entre ficción y realidad. Eso es la vida, a veces.   Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí. 

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