Que una persona que ha hecho de la mentira una profesión. Que ha defendido y profetizado maravillas sobre delincuentes que cumplen condena. Que contrariamente a toda lógica ignora lo que ha ocurrido, delictivamente hablando, en la organización que preside durante décadas, divida el mundo y el electorado entre personas “normales” y “raros” no deja de ser una aproximación a la ciencia de la monstruosidad.
Este monstruo de la naturaleza, tan acostumbrado a hablar de “mayorías silenciosas” se ha situado en el papel y el lugar de las “minorías escandalosas”. Si, si todas las personas que no apoyan una política basada en el fraude y el engaño, la financiación ilegal, el contrato encubierto de obra pública, las cuentas huidas a países extranjeros, el urbanismo de pelotazos y los sms de apoyo a simples ladrones son “raros”, habrá que preguntarse qué es la normalidad.
Ya lo decía Humphrey Bogart: las personas se dividen en profesionales y no profesionales, de modo que búsquense a un buen fontanero, cocinero, ladrón o político porque el monstruo que cobra por gobernarnos no lo es, y sólo ve como “raros” a los que no le apoyan obejunamente.
Esta bestia de la declaración tras un plasma llama populistas o demagogos a todo el que no vota a las “marquesas de la corrupción”, a los amigos de los narcotraficantes o a las liquidadores/as del estado de bienestar en forma de contratas de servicios públicos a sus amiguetes de cuenta corriente.
Si no fuera porque sus dotes como médium están absolutamente desprestigiadas todas las nuevas tendencias que pastorean en la desgracia de país del que sólo los ilusos creen que “gobierna”, desaparecerán víctimas del autobombo de su eficacia y responsabilidad, frente al “infierno que son los otros”, -Sartre dixit- que son sectarios y demagogos.
Pero este “violinista en el tejado de la mentira” tiene fama de polvorón y se desmoronará dentro de su papel cuando unos cuantos de millones de “raros” le peguen un revolcón en las urnas a él y su partido de chorizos al vino.
Así que más vale prepararse el ánimo para ignorar a esta generación de monstruos en forma de gaviota carroñera, que en sus graznidos en medio de su basura dicen que los “raros” son “una fuente de problemas para el país”.
¿O será que confunden los conceptos de “país” y “cajas B”?
En las ruinas del Partenón, un mono con un látigo aún está azotando a Sócrates.
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