Revista Cine
Desde hace unos meses, debido a una serie de circunstancias, estoy cumpliendo una vieja aspiración: realizar un Master en Recursos Humanos. Siempre me ha llamado la atención este término. Recursos Humanos. Es como aplicar un pequeño soplo de ciencias humanísticas a la vida de una empresa.
Como es lógico, la realidad dista mucho de mi visión ideal en esta disciplina. Según nos explican los profesores, en los años de bonanza intentó ser un nexo de unión entre los intereses de empresarios y trabajadores. Con la llegada de la crisis, la distancia entre ambos agentes sociales ha vuelto a ser abismal. La visión que se vuelve a tener de los departamentos de recursos humanos se parece más al trabajo del personaje de George Clooney en la magnífica "Up in the air", que a otra cosa.
En cualquier caso me he prometido a mí mismo utilizar el blog para escribir de vez en cuando acerca de mi particular visión de esta ciencia tan nombrada como desconocida. Como no me atrevo, al menos por el momento, a aportar sesudos artículos doctrinales, voy a intentar comenzar como mejor se me puede dar: realizando comentarios de películas o libros desde el punto de vista de los recursos humanos.
"El apartamento", que volví a visionar hace unos días, ha sido obviamente la primera elegida. Y es que la historia de la soledad de C.C. Baxter transcurre con la vida de una gran empresa como trasfondo. En los años sesenta, la época en la que transcurre la película, la concepción de los recursos humanos como departamento fundamental en la existencia de las empresas aún se encontraba en pañales. La aseguradora donde trabaja C.C. Baxter se nos muestra como un ente inhumano. Los trabajadores no son más que pequeñas piezas de un gran mecanismo. La siniestra disposición de las mesas en la gran oficina hace de nuestro héroe un ser anónimo, indiferenciado de otros cientos de almas en pena que pasan ocho horas cada día sin otro incentivo que el sueldo de final de mes.
Según se nos muestra en la cinta, promocionar a puestos superiores en Consolidated Life parece tarea imposible, a no ser que logres destacar entre tus jefes. Pero los métodos de estimación de la valía del empleado no se basan, como sería lógico, en la evaluación del desempeño, sino en algo mucho más mundano: la disposición de C.C. Baxter a facilitar a sus jefes un nidito de amor para sus rápidos desfogamientos con sus mezquinos ligues ocasionales.
Así pues, C.C. Baxter vive por y para el trabajo: cada día debe acudir a la oficina, hacer horas extras (para distraerse, según sus propias declaraciones) y volver a casa para comprobar que el jefe que hubiera pedido turno aquella noche se retrasa en abandonar su ocasional picadero. Cuando por fín puede entrar en su casa, su siguiente tarea consiste en limpiar los restos de la juerga de su superior. Baxter consigue su objetivo: ascender, pero a costa de su intimidad, de poner su ámbito privado a disposición de los que están arriba, como un tonto útil que puede volver a caer si no se comporta como debe, con la misma facilidad con la que ascendió.
Si tuvieramos que examinar el caso de Consolidated Life como técnicos de recursos humanos, diriamos que el sistema de promoción dentro de la empresa está mal diseñado, que no se tienen en cuenta los principios de mérito y capacidad, tan solo la capacidad de hacer feliz al superior en su ruin vida extraconyugal. Triste destino el de Baxter, que ha de sacrificar su privacidad por el bien de su carrera laboral, tan triste como el de sus jefes, que intentan compensar sus convencionales matrimonios viviendo anodinas aventuras con pelandruscas más jóvenes que ellos. Triste también el destino de Consolidated Life, cuyos directivos no son capaces de valorar el auténtico talento del bueno de C.C. Baxter, un hombre capaz de sacrificar su entera insistencia por el bien de su empresa.