Revista Música

El aplauso en el concierto

Por Joello

Ah…  el aplauso. Cuando se indaga sobre el por qué las personas no van al concierto clásico, siempre se buscan los factores que “alejan” al público. Y claro, el aplauso  siempre surge como uno de los tópicos importantes.
Según varios puntos de vista, para la persona que comienza a introducirse en el mundo de la música clásica y va a un concierto por primera vez, el miedo a aplaudir en el momento equivocado puede llegar a ser tan grave, que puede alejar a la persona definitivamente del espectáculo. Esto es más fácil de imaginar en el caso de que la persona se equivoque y sea víctima del desdeñoso y punzante “¡Shhhhh!”; ahí es probable que la persona no quiera volver a un concierto.
También existe el caso del odiado espectador que aplaude justo después de la última nota tocada, como si estuviese presumiendo su conocimiento de la obra. Este tema es llevado cómicamente en un corto disponible en Youtube:

Pero ese no será el tema que nos importe ahora.
La rígida tradición actual de aplaudir exclusivamente al final de la obra parece ser una piedra que hay que sacar del zapato. Cada vez veo que más personas están de acuerdo en que se debería permitir que el público aplauda cuando se le pegue la gana durante la obra. Ciertos músicos dicen que les gusta ser aplaudidos por el público en cualquier momento, así saben que el público está disfrutando de su trabajo. La discusión emerge cuando los oyentes que estamos acostumbrados a aplaudir hasta el final de la obra (o no tenemos problema con ello) nos enteramos de tales propuestas y no entendemos por qué alguien querría aumentar el ruido (el aplauso, al fin y al cabo, lo es) durante la ejecución de música.
Si un cambio en los modales del concierto clásico permitiera aplauso sin restricción, la mayoría de los actuales, verdaderos e intensos fans de música clásica, seguro se alejarían del concierto en vivo. ¿Qué se debe hacer entonces? Es la pregunta. O ahuyentamos a los seguidores, o ahuyentamos al público potencial…
Para considerar este “libre aplauso” como algo adecuado, uno puede conocer los argumentos de Alex Ross. Existe un texto, publicado por el diario The Guardian, donde se resume una  conferencia dada por este crítico en la Royal Philarmonic Society de Londres.
Se puede ver el texto en The Guardian aquí
Y también hay una traducción en español que salió en el país, aquí
Hace ya más de un par de años que esa información está en la red. Allí, Alex Ross utiliza de manera exquisita su conocimiento sobre la historia de la música para lograr buenas observaciones; pero por momentos hace ver al protocolo del concierto como un monstruo deshumanizador. Bueno, tal vez no es para tanto pero en algún momento se puede notar la idea de que la gente  ya no se emociona tanto con la música clásica hoy, porque no la dejamos aplaudir cuando quiere.
Luego está la base de los argumentos: la restricción del aplauso reprime la respuesta natural del humano ante la música.
¿Será esto cierto? ¿Es imposible apreciar y disfrutar la música sin golpear las palmas de nuestras manos? ¿Acaso es la naturaleza íntima del ser humano lo que lo estimula a mostrar su entusiasmo haciendo ruido y por lo tanto, reprimirle es una contrariedad de lo que pretende la música clásica?

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