Revista Música
A mí siempre me pareció una conducta obvia, el aplaudir únicamente al final de una obra musical. Nunca le encontré que fuera una absurda y fría consigna de la etiqueta en el concierto de música clásica. Pero aparentemente soy uno de esos elitistas conservadores que tanto critican. Gracias a las bondades de los blogs, hoy puedo desahogarme y explicar mi opinión personal.
¿Por qué pensar que es obvio no aplaudir?
Imaginemos que estamos apreciando una pintura.
Cómo es sabido, para apreciar esta obra de arte tenemos que recibir un estímulo físico en nuestro cuerpo. En este caso, es la luz reflejada en el objeto la que llega a nuestros ojos para poder percibir la imagen. Nuestra apreciación dependerá de toda esa luz que entre por nuestros ojos durante el tiempo que estemos observando.
Seguro nos molestaríamos si alguien se sitúa entre nuestros ojos y la pintura. ¿Por qué?
Porque está interfiriendo con la luz reflejada que debería llegar a nuestros ojos para apreciar la obra. Nos enojamos porque gracias a la persona que obstaculiza nuestra mirada, no podemos apreciar la pintura en su totalidad.
Ya sea el cuerpo de una persona o manchas de pintura, estos obstáculos generarán (para nosotros) luz reflejada que no corresponde a la pintura. Es decir, generan un estímulo físico que no corresponde a la obra y que al llegar a nuestros ojos, no permiten apreciarla completa.
La pintura está en el lienzo y nos estimula con la luz ¿Pero qué pasa con la música? ¿Cuál es el estímulo físico que recibimos? La música está en el aire y nos estimula con variaciones de presión que llegan a nuestros oídos (ondas sonoras). Siguiendo la analogía, sería normal entonces, estar en desacuerdo con cualquier estimulo físico que no corresponda a la obra y que obstaculice su apreciación total. Si la música consiste en las ondas sonoras que llegan a nuestros oídos, entonces cualquier otro sonido producido que no sea el de los músicos será como una “mancha” momentánea en una pintura.
Y aunque cuando aplaudimos, solo pensamos en lo bien que nos sentimos de expresarnos, la realidad física es que generamos una bomba de ondas sonoras que no forman parte de la obra musical y la “manchan”. A menos claro, que ésta haya finalizado.
Esta es una simple explicación sobre el aplauso durante una obra musical. Obviamente se omiten detalles como el papel de los silencios y momentos donde pareciera que se puede aplaudir. Mi punto de vista y explicación la hago partiendo claro, de una premisa: la música es un producto artístico. Pero veremos también que en ocasiones no queremos que la música lo sea y entonces, la cosa cambia… espero hablar después sobre el tema.
A nivel estricto, con alguna tos, algún objeto que se caiga, algún pequeño sonido que se escape, el concierto “ideal” (sin más sonido que la música) dejaría de existir. Supongo que por eso es tan especial el concierto clásico, cada vez es una búsqueda de perfección; los humanos, tanto músicos como oyentes, siempre tratando de dar lo mejor de sí.