Edgar Flores "Saner"
Diciembre de 2011. Último tranco de un año terrorífico para un taurinismo que, después de llevar dormitando durante varios lustros, parece despertar con el crochet al mentón que le ha atizado la soberana realidad. Le ven las orejas al lobo. Y como corderos apunto de ser degollaos, intentan guarecerse del peligro en el cobijo calorro y asfixiante del hedor a bosta de su propio rebaño. Error. En su decadente huída hacía delante, en cuya meta espera una hipotética subsistencia de la tauromaquia en siglo XXI, van dejando como muertos vivientes, a lo Walking Dead, las raíces ancestrales de la tauromaquia.
Y a mi me da vergüenza ajena verlos, escuchar de ellos en los medios, defenestrando la ciencia taurómaca - en el latín, scientia, "conocimiento", nada de musas enchochadas ni georgeclooneys agitanaos- a arte bananero y liturgia santera. Lo mires por donde lo mires, se te caen los piños al suelo. El pliego de las Ventas, la unión de Matilla, Casas y Martínez Uranga, es la asquerosa ecografía de como tiene las entrañas esta aldea. Van a mandar en la primera plaza del mundo, que debe ser estrella polar de las demás, un tío que cacarea por los codos sin entenderse consigo mismo, a lo Antonio Ozores, junto a una pareja que lleva años trabajando con más sincronía y precisión que un reloj suizo: uno pone la cara y el otro jode, como Esteso y Pajares. Vamos, que la película venteña de los próximos años fue un éxito cañí al principios de los ochenta con aquel Yo hice a Roque III.
Los toreros, algunos, han vendido su imagen al diablo, a una tal All Sports Management, para negociar con la televisión, poniendo en jaque, y casi mate, las corridas de toros del Plus, que es la única mirilla que le queda al castigado aficionado para viajar desde el sofá a otras ferias de España. En su derecho están, aunque sea a costa de capar el futuro y de ridiculizar y liquidar con naderías como esta la palabra "torería".
Lo de Quito ha sido para recordar, para que cada aficionado grabe en su mente los nombres de los que allí han estado, prestando colaboración a los antitaurinos, desde Castella, el matador efímero que sucumbió a las gazmoñadas del arte, hasta David Mora, que con cinco años de alternativa antes de decidir si mataba o no a un bichejo infame tuvo que llamar a su abogado. Y sacando pecho, oiga.
Y mientras se enterraba a Antoñete y Diego Puerta, despedidos por las figuras con sentidos pésames desde el tuiter, los espabilaos de la ILP pidiendo limosna a los toreros y buscando cinco mil primos que aporten veinte garabatos por barba -menuda forma de "afeitar" que son cien mil las firmas que faltan- para que defendamos, o ataquemos para la reconquista, en este caso, el resto de aficionados el gran legado que ellos no han querido ni sabido conservar.
Con este percal les va a firmar Rita la Cantaora...