Revista Comunicación

el Apolo XIII

Publicado el 26 mayo 2015 por Libretachatarra

el Apolo XIII

el mundo
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El origen de la explosión en el Apolo 13 se pudo trazar a un momento que tuvo lugar varios años antes de esta misión, cuando a la empresa contratista que diseñaba y construía el módulo de mando y servicio bajo el liderazgo de la NASA, se le requirió que los sistemas eléctricos de la nave fueran compatibles con los 65 voltios de corriente continua disponibles en las instalaciones del Centro Espacial Kennedy en Florida, con objeto de simplificar los procesos de pruebas, a pesar de que la nave estaba diseñada para operar con 28 voltios. El requisito fue satisfecho, pero de las miles de variables y elementos involucrados en esta adaptación, hubo uno que fue pasado por alto: los contactos del termostato con el calentador de los tanques de oxígeno.
Uno de estos tanques, que a la postre fue instalado como tanque de oxígeno número 2 en el Apolo 13, había sufrido, además, una caída accidental durante su manipulación por parte de un operario el año anterior al lanzamiento. La caída se produjo desde una altura de apenas 5 centímetros, pero esto fue suficiente para dañar uno de sus componentes internos en su sistema de llenado. Este accidente dio lugar a una cadena de sucesos que llevaron en última instancia a que durante el vaciado de este tanque, después de una prueba anterior al vuelo, se produjera un profundo deterioro del aislante en los cables conectados al sistema encargado de remover el oxígeno en su interior; un deterioro producido a causa del intensivo uso al que tuvo que someterse el termostato utilizando un voltaje para el que no estaba adaptado. Cuando, posteriormente, el fatídico tanque número 2 fue llenado con oxígeno líquido para el vuelo, realmente se había convertido de forma inadvertida en una bomba lista para explotar.
Directa o indirectamente, el error humano, tal y como expresó Jim Lovell, comandante del Apolo 13, “es un virus que puede estar inmerso en el mejor definido de los planes”. Todos los tanques de oxígeno de las misiones Apolo 7 al 12 tuvieron esta anomalía pero ninguno experimentó en tierra unas condiciones que pudieran dañar sus componentes internos. La acción infortunada por parte de un operario fue lo que se necesitó para que un error en la aplicación de una norma, que hasta entonces había permanecido enmascarado, se revelara como catastrófico.
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En un procedimiento normal de operaciones en los vuelos lunares, llamado cryo-stir, el sistema que remueve el oxígeno líquido de los tanques debía ser activado por la tripulación con cierta frecuencia para evitar que se estratificara. La tripulación del Apolo 13, de hecho, ya había activado este sistema en dos ocasiones durante el vuelo antes de que explotara el fatídico tanque número 2, que lo acabó haciendo finalmente cuando el cryo-stir fue activado por tercera vez, momento en el que los cables de este sistema, desprotegidos de su aislante, provocaron el cortocircuito que dio lugar a la explosión. Y es aquí donde se esconde esa dosis de fortuna referida por Lovell, ya que de haber explotado el tanque en la primera ocasión, la nave no habría dispuesto de suficiente energía eléctrica para todo el vuelo hasta su regreso a la Tierra; y de haberlo hecho más tarde, una vez en órbita alrededor de la Luna o cuando el módulo lunar se encontrara en la superficie, no habrían tenido suficiente combustible para poder regresar. Los análisis posteriores a la misión demostraron que si debía haber una explosión como la que se dio en el Apolo 13 antes de poner rumbo a la Tierra, lo ideal era que ésta se diera a unos 320.000 km de distancia; prácticamente, como sucedió.
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Sin embargo, el riesgo cero no existe, y no existe tampoco garantía de éxito sin asumir ningún riesgo; así lo apunta también Lovell en un mensaje que podría estar dirigido a aquellos que serán un día enviados a otros mundos, y acaso también a aquellos que serán testigos de futuras hazañas y dramas de exploración: “debemos aceptar un cierto riesgo y ser conscientes de que los imprevistos siempre estarán ahí... debemos tener presente que en algún momento en el futuro volveremos a oír estas palabras 'Houston, tenemos un problema [sic]'... la aversión total al riesgo significa no despegar”.
EDUARDO GARCÍA LLAMA
“Apolo 13, el fracaso más exitoso de la carrera espacial”
(apuntes desde la nasa, 25.05.13)


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