La Piedad, de Miguel Ángel.
El Arte es algo maravilloso, pero sumamente frágil y vulnerable.
La protección que brindan los museos es relativamente escasa. Es muy difícil que todas las grandes obras queden completamente a salvo de los ataques de locos, patosos y desaprensivos. Sólo unas cuantas elegidas se parapetan detrás de gruesos cristales blindados.
¿Tienen algo en común los atentados? ¿Qué les mueve a los agresores? ¿Afán de destrucción? ¿Envidia? ¿Fanatismo religioso? ¿Trastorno mental?
Hay algunos casos con tintes surrealistas o, si se prefiere, al más puro estilo del esperpento valleinclanesco, como el protagonizado por Cecilia Jiménez, la anciana de la localidad de Borja, que intentó “restaurar” a su manera la pintura del "Ecce Homo" realizada en 1932. La "autora" no se contentó con destrozar la obra anterior, sino que además exigió derechos de autor y percibir parte del importe de la entrada que la iglesia cobraba a los curiosos que se acercaban por allí para contemplar la obra "restaurada". Yo, por si las moscas, no pongo imagen alguna.
También hay accidentes y actos involuntarios, como aquel que ocurrió en el Museo Fitzwilliam de Cambridge en 2006 en el que un hombre que se había agachado para atarse los zapatos y que perdió el equilibrio se cayó estrepitosamente haciendo añicos una vasija de la dinastía Qing de China del siglo XVII, lo que nos recuerda alguna película de "cine catastrófico" protagonizada por Peter Sellers o por Mr. Bean.
O aquel otro caso en el que un empleado del Tate Britain tiró a la basura una bolsa de desperdicios olvidada en el museo y que resultó ser una “obra de arte” de Gustav Metzger…
Y hay hechos claramente intencionados:
En 1972, en la Basílica de San Pedro, "La Piedad" de Miguel Ángel sufrió el ataque furibundo de un demente, quien aporreó con un martillo el rostro de la Virgen. El vándalo era un hombre con graves problemas mentales que gritaba:
“Soy Jesucristo resucitado de entre los muertos».
La virgen perdió un brazo, un ojo y parte de la nariz.
Tras el ataque, la pieza fue reconstruida y protegida con cristal antibalas.
"La Gioconda", de Leonardo da Vinci, también sufrió varios ataques. En 1956 recibió dos agresiones. Un hombre le arrojó ácido y otro le arrojó una piedra logrando dañar el cuadro.
Otra obra de Leonardo también sufrió algunos ataques. "La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan el Bautista", un dibujo al carboncillo y con resaltes de tiza blanca, que se encuentra en la National Gallery de Londres. Un parado irrumpió en el museo londinense y en protesta por la situación que se vivía en el Reino Unido, disparó contra la obra en cuestión. Menos mal que la obra se encontraba protegida tras un cristal antibalas, ya que anteriormente había sufrido otro atentado por parte de un artista demente que le arrojó un bote de pintura.
Quizá el cuadro que ha recibido un mayor número de ataques haya sido “Ronda de noche” de Rembrandt, una obra con sede en el Rijksmuseum de Amsterdam. Primero fue un cocinero en paro quien, cuchillo en mano, intentó cortar el lienzo. Posteriormente recibió otros intentos de agresión con cuchillo y spray con ácido.
También hubo un intento de agredir otra obra del mismo autor. Se trata de “Danae”. Ocurrió en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. Un enajenado, blandiendo un cuchillo, se abalanzó sobre el cuadro y le originó varios cortes. Luego echó ácido sulfúrico sobre el lienzo. El cuadro pudo ser milagrosamente restaurado.
"La Venus del espejo", de Velázquez también fue agredida en 1914 en la National Gallery de Londres por la sufragista Mary Richardson, quien propinó al cuadro siete puñaladas. Según explicó posteriormente su objetivo era protestar por el arresto de Emmeline Pankhurst, una líder del movimiento.
"Intenté destruir la imagen de la mujer más hermosa de la historia de la mitología en protesta contra el gobierno por destruir a la señora Pankhurst, quien es el personaje más hermoso de la historia moderna". Posiblemente también hubo alguna razón de feminismo radical motivada por el machismo imperante en la sociedad de su tiempo que concebía a la mujer como un simple cuerpo bello y no como una persona con sus derechos, como el del voto, algo por lo que luchaba el movimiento al que pertenecía.
"Fountain", de Marcel Duchamp.
El orinal de porcelana de Duchamp, expuesto en su día en el Centro Pompidou de París y valorado en más de 3 millones de dólares, logró hacer famoso a su agresor, Pierre Pinoncelli quien atacó en 2006 la obra con un martillo.
Ya anteriormente en 1993 había orinado en otra versión del mismo en Nimes, en el sur de Francia.
El atacante argumentó que la agresión era otra forma de “expresión artística”
"La hice fresca y nueva, creé algo nuevo, algo que Duchamp habría aprobado", indicó.