Cuando la incipiente política parlamentaria iba perfilando las modalidades de las que siguen viviendo nuestras democracias, Jonathan Swift y sus satíricos amigos descubrieron la siguiente verdad: el mentir bien a los ciudadanos no es cosa que se improvise; es un arte con todas sus reglas…
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Jonathan Swift es universalmente conocido por sus Viajes de Guilliver. Pero fue un autor polifacético muy involucrado en la vida social y política de su época.
Lo mismo hacía "Una modesta proposición para que los hijos de los pobres no sean una carga para sus padres o el país", que inventaba el Hoax, desenmascarando a un famoso astrólogo farsante;
o se inventaba el nombre de Vanessa en un poema; o describía con exactitud, en Los Viajes de Guilliver, las dos lunas de Marte, 150 años antes de ser descubiertas oficialmente.
Pero también es el autor del "Arte de la mentira política", un tratado definitivo sobre la material, que debería ser de obligada lectura en las escuelas políticas, en las redaciones de los medios de comunicación y en la apertura de los periodos de sesiones de los parlamentos.
En él, Swift, reflexiona sobre si conviene ocultar la verdad al pueblo por su propio bien, engañarlo para salvaguardarlo. El arte de la mentira política es, en efecto, "el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin".
Porque el pueblo "no tiene ningún derecho a la verdad política" como tampoco debería poseer bienes, tierras o castillos. La verdad política debe seguir siendo, como esos otros patrimonios, una propiedad privada.
Sólo el gentleman sabe, por su propia condición, cuando conviene decir la verdad y cuando callarla o disfrazarla. El pueblo es "hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras". La masa es crédula, miente, y puede ser engañada del mismo modo en que, como suele decirse, se engaña a las mujeres y a los niños.
La conclusión es que el pueblo debe ser gobernado con la mentira por su propio bien. Pero ¿a quién corresponde el derecho a fabricar esas "falsedades saludables"?
La regla fundamental en toda menteria política es la verosimilitud.
El arte del engaño no se rgie por los excesos: es un arte sabio, una sutil técnica de la medida.
El engaño dene mantener su proporción frente a la verdad.
Aunque el texto es de principios del siglo XVIII, ya se plantea la pregunta de quién miente mejor: ¿la derecha o la izquierda? Y la respuesta es que "ambos cuentan con grandes genios en sus filas".
El texto propone crear una "sociedad de mentirosos" dedicada exclusivamente al engaño político.
Para llevar a cabo tan ambicioso proyecto deben cumplirse determinadas condiciones: hay que poder contar, ante todo, con una masa de crédulos dispuestos a repetir, difundir, diseminar por doquier las falsas noticias que otros hayan inventado.Pero pasados los años, la mentira política, con el desarrollo de la prensa escrita en el XIX, se mecaniza y sistematiza y alcanza una difusión que Swift no pudo prever. Y es el siglo XX cuando la mentira política entra en la fase del consumo en masa, entrando en su "siglo de oro".
Pero este tratado guarda una sorpresa: la de su verdadera autoría. Lean la introducción de la edición de "El arte de la mentira política" de editorial sequitur.
Les dejo con algunas de las perlas que contiene el libro, para qué vean hasta qué punto la mentira política forma parte del quehacer diario de nuestros dirigentes políticos y de la sociedad entera, desde las empresas a los periodistas. Y hasta qué punto sigue vigente.
• Cuando los tumultos y las sediciones se acallan, los rumores, las noticias falsas circulan con profusión. La menteria sería el último consuelo de los grupos dererrotados.
• Este arte también se aplica para hacerse con el poder y conservarlo.
• Puede ganar reinos sin guerrear, y aún perdiendo alguna batalla. Da y devuelve cargos; hace de la montaña montículos y de los montículos montaña; hace agua cristalina de la ciénaga; convierte al ateo en santo y al libertino en patriota.
• Sus grandes alas, como de pez volador, solo sirven si están mojadas; de ahí que las bañe en el fango y al elevarse de nuevo cubra de barro los ojos de la muchedumbre, valando con rapidez. Mas cada cuando debe encorvarse en pos de nuevos suministros.
• La mentira política ha de ser efímera; le resulta imprescindible para poder ir ajustándose a las circunstancias, para adecuarse a todas las personas que ha de deslumbrar.
• El usuario no quiere saber si dice verdades o mentiras, le basta saber qué conviene en cada minuto para ir afirmando o negando mentiras.
• Al igual que el más vil de los escritores tiene sus lectores, el más grande de los mentirosos tiene sus crédulos.
• La falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella. Y llega tarde: como aquel médico que encuentra el remedio al rato de morir el paciente.
• Considerando la natural propensión del hombre a mentir y de las muchedumbres a creer, confieso no saber cómo lidiar con esa máxima tan mentada que asegura que la verdad acaba imponiéndose.
¿Quieren más?
Pues #recomiendoleer "El arte de la mentira política", de Jonathan Swift.