Cuando hace veinticinco años viajase por primera vez a México, desde mi Sevilla natal, nunca podría haber imaginado que, cinco siglos antes, otro sevillano habría embarcado con rumbo a Nueva España para componer, igual de ilusionado, extraordinarias obras de Arte que, hoy, animado por la pasión del Arte y de la historia, comunicaría yo, igual de apasionado, un homenaje tanto artístico como personal para ese gran creador y artista hispano de entonces. Andrés de la Concha había nacido en Sevilla en el año 1540 y contratado en el año 1567 por el hacendado novohispano Gonzalo de las Casas, para trasladarse de ese modo a Santo Domingo de Yanhuitlán, en el actual estado mexicano de Oaxaca, situado al sur del país. Allí, muchos años antes de nacer Andrés en Sevilla, los dominicos habían llegado desde España para evangelizar, enseñar, construir obras de Arte y patrocinar la cultura europea más avanzada de entonces. Construyeron un templo-convento en Santo Domingo de Yanhuitlán, edificio que iniciaron en el año 1527, sólo seis años después de que Hernán Cortés alcanzara conquistar completamente la Gran Tenochtitlan, la enorme metrópolis capital del imperio azteca, un templo que consiguieron terminar en el año 1580, cinco años después de que Andrés de la Concha finalizara, a su vez, todos los cuadros, retablos y maravillosas obras de Arte manierista sevillano por los que fuera contratado en Yanhuitlán. El pintor sevillano acabaría falleciendo en el año 1612 en Nueva España, tan lejos de su ciudad natal como, también, tan cerca de su casa... Su extraordinaria obra de Arte El Juicio Final, un óleo sobre tabla para el retablo principal del templo dominico de Santo Domingo de Yanhuitlán, es una de esas obras maestras del Arte que, desgraciadamente, habrían pasado desapercibidas, desconocidas y hasta marginadas tanto por la crítica como por las guías artísticas o por las reseñas publicitarias del Arte más interesado y despiadado del mundo. Andrés de la Concha fue un pintor del Manierismo tardío sevillano, de un gusto y estilo italiano pero de raigambre española, con una extraordinaria capacidad para el color como para la composición artística. Los pintores sevillanos de la segunda mitad del siglo XVI tuvieron una gran influencia de los grandes maestros del Renacimiento. En su obra El Juicio Final consigue el pintor hispano-mexicano expresar, con una sensibilidad artística extraordinaria, la representación estética de las almas de los condenados al infierno junto a la tenebrosa barca de Caronte, un reflejo sublime, por ejemplo, de su admirado Miguel Ángel en la misma representación estética de la famosa capilla Sixtina. Es de apreciar el hecho, único en el mundo de los descubrimientos y de la colonización europea, de que ese Arte fuese realizado en tierras tan lejanas y apenas descubiertas por creadores sin prejucios, sin sensaciones encontradas por tratarse, incluso, de un mundo hostil por desarrollar, o con intereses que no fuesen otros que desear crear Arte allá donde el mundo y la historia permitían transmitir de nuevo todo un bagaje cultural tan elaborado, extraordinario, excelso o inspirado.
Miguel Mateo Maldonado y Cabrera nació en Antequera de Oaxaca en el año 1695 de padres desconocidos y apadrinado además por dos nativos mexicanos de origen mulato. Comenzaría muy tarde a pintar, dedicándose sobre todo a la pintura religiosa, concretamente a la vida de la Virgen María, siendo un fervoroso aficionado a la representación de la famosa Virgen de Guadalupe, a la que pintaría en varias ocasiones en su vida. Fue en el año 1753 fundador de la primera Academia de Pintura de México, caracterizándose más por la enorme cantidad de obras de Arte que compusiera que por la calidad de las mismas, algo que fue ocasionado por el hecho de no haber podido dedicar tiempo y esmero a la terminación de las mismas obras. Escribiría incluso un tratado de Arte, Maravilla americana y conjunto de raras maravillas, donde exponía su parecer sobre el reconocido y antiguo lienzo de la Virgen de Guadalupe, indicando así las características del material artístico como la técnica pictórica que reflejaba la admirada obra. Cuando comenzara el culto a la virgen guadalupana se compusieron varios textos sobre esta obra pictórica religiosa tanto en España como en México, en donde se trataba el asunto de la propia pintura como su origen. Uno de los historiadores novohispanos de entonces, mediados del siglo XVIII, que se dedicaría también al tema del origen de la imagen guadalupana, lo fue Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. Nacido en Puebla, México, en el año 1718, fue un importante filósofo, escritor e historiador novohispano. Descendía de una familia aristocrática española, luego de terminar sus estudios de Derecho en México en 1737 se trasladaría a España y recorrería Europa y Palestina. Se le nombraría incluso Caballero de la Orden de Santiago. En el año 1747 se crea en Madrid una Academia que se denominaría "de los Curiosos", donde Fernández de Echevarría pronunciaría el discurso de apertura y a la cual pertenecería hasta el año 1749. Fue un gran viajero, visitaría incluso Marruecos y residiría algún tiempo en Malta bajo la dirección del gran Maestre de la Orden de los Caballeros de Jerusalén. Al regresar a México se casaría en Puebla con Josefa de Aróstegui Sánchez de la Peña, la cual sería retratada en una obra de Arte que nos ha llegado deteriorada y maltratada por los años y la desidia.
La labor cultural y la impronta de civilización que España llevó a cabo en América es incomparable con cualquier otra labor colonizadora europea parecida en toda la historia de la Humanidad. Cuando algunos políticos oportunistas y malintencionados critican la labor que la Corona española desarrolló en América, la única contestación que puede hacerse es: alcancen a conocer la historia, la cultura y el Arte que entre los años 1500 y 1800 llevaría a cabo España en una parte del mundo que nadie, antes ni después, fue capaz de igualar con tal grado de exquisitez, sensibilidad, belleza y sentido.
(Retrato de Josefa de Aróstegui, esposa de Mariano Fernández de Echeverría, siglo XVIII, autor desconocido, colección Privada; Óleo Inmaculada, 1751, del pintor Miguel Cabrera, Museo de América, Madrid; Cuadro La Visitación, 1726-1775, Miguel Cabrera, Museo de América, Madrid; Cuadro La Anunciación, 1751, Miguel Cabrera, Museo de América, Madrid; Lienzo La Virgen de Guadalupe, 1763, Miguel Cabrera, Museo de América, Madrid; Fotografía del Templo-Convento de Santo Domingo de Yanhuitlán, Oaxaca, México; Imagen escultórica Virgen de la Copacabana, 1617, del artista del virreinato del Perú Sebastián Acostopa Inca, Convento Madre de Dios, Sevilla, España; Fotografía del sepulcro de Juana de Zúñiga, esposa de Hernán Cortés, Convento Madre de Dios, Sevilla; Óleo sobre tabla El Juicio Final, 1575, del pintor Andrés de la Concha, Templo-Convento de Santo Domingo de Yanhuitlán, Oaxaca, México.)