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El asedio de Calagurris y la Devotio Ibérica

Publicado el 18 enero 2016 por Tras La Nube De Oort @BlogNubeDeOort

Calagurris Iulia Nasica (actual municipio riojano de Calahorra) recibió su nombre latino por Julio Cesar (Iulica) y Nasica por Publio Cornelio Escipión Nasica (o Nasica el Viejo). Este Escipión era el primo de Escipión "el Africano", el famoso general que derroto a Aníbal en las guerras púnicas. El nombre de Calagurris posiblemente deriva de su época Vascona, del etnónimo Kalakorikos con el que llamaban a los calagurritanos. Aunque algunos autores también le dan un valor topónimo y afirman que Kalakoricos era el nombre de la ciudad en esta época. En cualquier caso, fue un importante centro de fabricación de moneda en el siglo I antes de nuestra era.

Calagurris (la llamaremos así a partir de ahora), protagonizó un episodio importante durante las guerras Sertorianas. Se denomina así al periodo de guerra civil romano entre los años 82 a 72 a.C. que tuvo lugar en Hispania. Quinto Sertorio, partidario de Cayo Mario, se sirvió de la península y sus pueblos para oponerse a Sila y luchar contra el poder romano. Tuvo importantes plazas fuertes y aliados, especialmente en la Hispania Citerior, como Osca (Huesca), Tarraco (Tarragona) y la que nos ocupa el artículo de hoy, Calagurris.

Devotio Ibérica

Antes de continuar con el relato, creo que es necesario conocer que significaba este termino. La Devotio Ibérica era la manera que los pueblos prerromanos de la península se vinculaban a un cliente, normalmente un rey o jefe. Éstos, juraban proteger hasta la muerte a sus clientes a cambio de manutención y estatus social. Este juramento no sólo era cuestión de honor, sino también tenía connotaciones divinas, por lo que era llevado incluso más allá de la muerte de su cliente, ya que en caso de que esté muriera los iberos se suicidarían.

Estos guerreros eran muy apreciados por los romanos. Los cónsules y gobernadores de Hispania solían rodearse de guardaespaldas iberos, los devoti, ya que eran mucho más leales y efectivos que muchos de los romanos.

Una vez que conocemos el significado de la Devotio Ibérica, quizá sea más fácil entender la enconada resistencia que los pueblos de la península ponían ante los ataques enemigos, ya que una vez consagrado el juramento a su jefe, sin orden expresa de éste, los guerreros lucharían hasta la extenuación.

El asedio de Calagurris

Tras varias batallas en la península en las que Quinto Sertorio salió victorioso, quizá siendo una de las más destacadas la batalla contra Metelo, en el sur de Lusitania, en el año 76 antes de nuestra era, el senado decidió enviar a su hombre del momento, Cneo Pompeyo Magno también llamado Pompeyo el Grande.

En el 74 a.C., Pompeyo y sus fuerzas se unieron a las restantes de Metelo ante las puertas de Calagurris, y juntos comenzaron el asedio. Como hemos dicho, Calagurris era uno de los puntos estratégicos clave para Sertorio y por suerte para los leales aliados, éste llego rápido y rompió el sitio, causando numerosas bajas a los ejércitos del senado y haciéndoles retroceder.

A pesar de esta victoria, el asedio trajo consecuencias graves para Calagurris, ya que los ejércitos aliados arrasaron sus fértiles campos y alrededores. Tras este triunfo, las tornas empezaron a cambiar y Sertorio fue poco a poco perdiendo terreno. En el año 72 a.C, Quinto Sertorio fue asesinado en Osca, tras ser víctima de una conspiración perpetrada por sus propios colaboradores, encabezados por Marco Perpenna, cuando acudió a una supuesta celebración organizada en su honor.

El asesinato de Sertorio supuso que todas las ciudades bajo su protección, acabaron sometidas a Pompeyo, exceptuando cuatro reductos, entre los que se encontraba Calagurris, Tiermes (cerca de Soria), Clunia (provincia de Burgos) y Uxama (cerro del Castro, junto a El Burgo de Osma). De las cuatro, la primera y la última fueron las que más resistencia opusieron.

Primero le llego el turno a Uxama, que fue destruida sin miramientos por Pompeyo y su ejército. Sin embargo, cuando le llego el turno a Calagurris, se encontraron con una terca obstinación a la rendición por parte de los calagurritanos. Pompeyo delegó la dirección del asedio a su legado, Afranio, quien continuó con el cerco con la esperanza de que los habitantes de la ciudad acabasen rindiéndose a causa del hambre y las penalidades de las batallas.

A pesar de todo, Calagurris siguió permaneciendo fiel a Sertorio. Quizá no se habían enterado de su asesinato, o precisamente a causa de esto y las consecuencias que sufrieron las otras ciudades aliadas por parte de Pompeyo, Calagurris aguantó más allá de los límites humanos. Llevaron al extremo la Devotio Ibérica.

Historiadores romanos posteriores como Salustio hablarán de la fames calagurritana, ya que los defensores, para poder seguir en la lucha y defensa de su ciudad, recurrieron al canibalismo, sacrificando a los más débiles para alimentar a los que podían luchar. Se dice que hasta llegaron a salar los cadáveres para poder conservarlos más tiempo y seguir alimentándose de ellos.

Valerio Máximo fue un de los más explícitos en sus relatos:

"La macabra obstinación de los numantinos fue superada en un caso semejante por la execrable impiedad de los habitantes de Calagurris. Los cuales, para ser por más tiempo fieles a las cenizas del fallecido Sertorio, frustrando el asedio de Cneo Pompeyo, en vista de que no quedaba ya ningún animal en la ciudad, convirtieron en nefanda comida a sus mujeres e hijos; y para que su juventud en armas pudiese alimentarse por más tiempo de sus propias vísceras, no dudaron en poner en sal los infelices restos de los cadáveres"

Juvenal también hace alusión a la fames calagurritana, años más tarde:

"...Después de haber consumido toda clase de hierbas y la totalidad de animales, cuando obligaba la locura del estómago vacío, cuando los propios enemigos se apiadaban de su palidez, de su estado demacrado y de sus miembros chupados, desgarraban de hambre los miembros de otros, dispuestos a comerse también los suyos propios. ¿Qué mortal o quién entre los dioses rehusaría conceder el perdón a unas ciudades que han sufrido cosas abominables?"

Este episodio de la historia nos deja también la figura a la que se ha llamando simplemente " La Matrona". Según cuenta la leyenda, La Matrona fue la última mujer con vida en el asentamiento. Con la ciudad bajo mínimos, su misión consistía en acudir hogar por hogar a casa de todos los caídos y encender los hogares, con el objetivo de minar la moral de los asediadores, incitándoles a creer que había muchos más defensores vivos de los que ellos creían.

Sin embargo, el final era inevitable. Si algo tenían los romanos era paciencia y recursos. Al final, tras un largo asedio que acabo con casi la totalidad de la población, Calagurris sucumbió. Los romanos pasaron a cuchillo o vendieron como esclavos a los pocos supervivientes y destruyeron la ciudad, quemándola posteriormente.

Años más tarde sería reconstruida, ya bajo dominio romano y en futuras guerras civiles tomó el bando de Julio Cesar (enemigo de Pompeyo), del que como hemos visto al principio, Calagurris toma el nombre de Iulica. Con el tiempo volvió a ser una ciudad importante en la Roma de la península, llegando a ser municipium romano, incluso retomando su actividad numismática anterior.

Hoy en día, la antigua Calagurris se funde en las entrañas de la actual Calahorra, y aunque no quedan demasiados vestigios de su época romana en la actual ciudad, lo que sí nos ha dejado para la historia un ejemplo de obstinación y lealtad, llevada a los extremos de la resistencia humana.


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