No estoy sorprendido. Asqueado sí, pero lo estoy desde hace unos cuantos años, así que no es novedad. Sorprendido quedaría un recién aterrizado que procediera de una democracia moderna y —lo más importante— democrática, pues no basta con proclamarlo a los cuatro vientos una media de tres mil veces al día: hay que demostrarlo con hechos. En realidad, el visitante más que sorprenderse se escandalizaría por lo que sucede en España. Nosotros, los sufridores, ya estamos curados de espanto, pero ello no atenúa la gravedad de los hechos.
El circo que se ha montado en torno a la abdicación del rey no por previsible deja de ser menos demencial. Sabéis que su mensaje justificativo, emitido por televisión y radio, fue grabado durante la mañana del lunes. Su emisión fue anunciada para las 12 del mediodía, hora y media después de que el presidente de los percebes (Mariano Rajoy) adelantara la noticia en una declaración institucional ante los medios de comunicación. Sabéis también que las palabras de Don Juan Carlos de Borbón no se difundieron hasta más de una hora después de lo previsto.
Quizás hayáis visto o escuchado la grabación. No es muy larga, dura seis minutos. Seis minutos de locución de un tío que lleva 39 años leyendo discursos ante las cámaras. Lo que voy a explicar ahora es una tontería, pero cuando lo escuché en la mañana de ayer llegué a la conclusión definitiva de que quieren que nos traguemos la píldora azul de ‘Matrix’ a toda costa. En el programa matinal de la Cadena SER, ‘Hoy por hoy’, que dirige Pepa Bueno, una buena periodista, se dispusieron a hacer el enésimo repaso a la secuencia cronológica de los acontecimientos del lunes. Hablaron de las dificultades técnicas para grabar el mensaje del rey, justificando que se retrasara tantísimo por la complejidad y trascendencia del anuncio, cosa que impidió que el monarca pudiera leerlo en una sola toma. Ya se sabe que incluso los periodistas más experimentados se equivocan. “Claro, claro” convenían Pepa y su colaboradora, en una actitud paternalista que a punto estuvo de causarme náuseas. Lo que sí provocó fue que cambiara de emisora. Un acierto teniendo en cuenta que en RAC1 Jordi Basté entrevistaba a Maruja Torres, ex compañera de Pepa Bueno en el Grupo PRISA, hasta que le dieron la patada, como a otros excelentes periodistas, de ese antiguamente buen periódico llamado ‘El País’, por rebelde.
Sabía que la enjabonada a su majestad iba a ser insoportable, igual que la operación de marketing respecto a la incuestionable idoneidad de su hijo Felipe para sucederlo, pero lo de la “complejidad del mensaje” me superó. De hecho, consiguieron que ahora piense que uno de los principales motivos para la abdicación, aparte de escándalos y del peligro para la casta que suponen las nuevas fuerzas políticas progresistas emergentes, es que Don Juan Carlos está bastante más enfermo de lo que cualquiera con ojos en la cara puede deducir. Decir esto públicamente debe ser pecado (espero que no motivo de procesamiento), pero no parece que conserve las facultades mentales a pleno rendimiento.
En el mundo de la pildorita azul todos los españoles lloran desconsoladamente la marcha de su ejemplar rey, el que ha sido sostén para la democracia y la convivencia, y saludan con fervor a su heredero, Felipe VI, un hombre intachable, inmejorable sucesor de todo un símbolo. Con Felipe en el trono los españoles recuperaremos la alegría y la ilusión por una nueva etapa, en la que nuestro amado país volverá a ser la envidia del mundo entero.
En el mundo de la pildorita azul el principal partido de la oposición, “de profundas raíces republicanas”, según recuerda su dimitido en diferido secretario general, renueva, sin embargo, ad eternum su compromiso con la monarquía, porque ya se sabe que en España la Casa Real es la más democrática de las instituciones. Pero es que no es cosa sólo del señor Pérez Rubalcaba, hombre de Estado elogiado por tal condición por su “archienemigo” presidente del gobierno, sino que son innumerables los dirigentes del PSOE que han saltado a la palestra a defender la coherencia de tal razonamiento. Felipe González ha llegado a afirmar que pedir un referéndum para decidir entre monarquía o república no es democrático. Vale, viniendo de quien viene tal gilipollez no es noticia, pero tenía que decirlo. Ni socialista, ni obrero, ni republicano. A este paso el PSOE se va a quedar en Partido Español a secas.
En el mundo de la pildorita roja, en cambio, a las bases socialistas tanto compromiso constitucional y responsabilidad institucional les revuelve el estómago. Un par de diputados por ahora han pedido libertad de voto en la sesión para ratificar la ley orgánica exprés redactada por el gobierno para dar cobertura legal a la sucesión, mientras que una famosa militante, Beatriz Talegón, quien fuera secretaria general de las juventudes socialistas europeas, se despachaba a gusto ayer con un artículo en el diario digital ‘el plural’ en el que ponía de vuelta y media al aparato de su partido por traicionar los ideales socialistas. A esta joven política le dediqué hace algo más de un año un post bastante crítico por haber relacionado al movimiento 15-M con el PP. Si tenéis tiempo os invito a leerlo porque su contenido continúa muy vigente.
Dichosa pildorita roja… Con lo bien que viviríamos todos consumiendo la azul en cantidades industriales para tragarnos sin problemas de conciencia la función intelectualmente indecente que protagonizan a diario los miembros de la oligarquía que controla el país.
Pero no. Parece que la gente está empezando a querer saber qué ocurre realmente. Está empezando a querer ver la verdadera cara de la sociedad en que vivimos, y cada vez son más los que no se conforman con mantenerse dóciles y resignados. El resultado de las elecciones europeas fue el primer aviso importante, pues hasta entonces la contestación sobre todo se movía en la calle, pero ahora ya ha entrado en las instituciones de poder, en el meollo del sistema. Con la abdicación del rey estamos viviendo un segundo episodio significativo, porque aunque intentan por todos los medios excluir el debate del foco mediático, recurriendo a acusaciones tan desesperadas como calificar de antidemocrática la pretensión de opinar sobre la continuidad de una institución medieval, la movilización está ahí. Es verdad que la ciudadanía no ha salido en masa a la calle a pedir la Tercera República, pero sí que se está formando un movimiento importante que, ante la (una vez más) torpe estrategia de PPSOE, irá en aumento. A ver qué afluencia consiguen las manifestaciones convocadas para este sábado.
Concentración el lunes en la Pl. Catalunya de Barcelona en favor de la República. Foto: Benjamín Recacha
En cualquier caso, 39 años después el melón de la forma de Estado se ha abierto y dudo que el nuevo rey vaya a lograr volver a cerrarlo, porque a pesar de las buenísimas (¿?) noticias de índole económica que nos traslada a diario el gobierno, la pildorita roja comienza a estar de moda y cada vez son más los resignados que están recuperando la esperanza por ser partícipes de un cambio real que se materialice en las citas electorales que nos esperan el año que viene.
Y mientras eso sucede la respuesta del sistema es blindarse, encerrarse en sí mismo, mantener la apuesta por un discurso y unas formas que la gran mayoría de la población repudia, aunque hasta ahora se haya conformado con expresarlo en voz baja.
Menos mal que algo se mueve, algo sólido, porque el estoicismo (o pasotismo) de la gente empezaba a ser muy desesperante.
¿Roja o azul?