Avanzar por el centro de Barcelona es hacer una carrera entre carpetas. En la esquina del inicio de las ramblas, demasiado sonrientes para ser lunes, una pareja joven y tostada solicita cinco minutos. Los transeúntes los esquivan rozándolos; pasan con un “no” que suena a mugido, embistiendo las carpetas con trote de Miura asustado. La calma se vuelve prisa irracional.
El camino hacia Plaza de Catalunya es una repetición de la primera confrontación: ACNUR, Greenpeace, Amnistía Internacional… los captadores crean cercos y los paseantes avezados buscan tretas con las que evadirse, por ejemplo, buscando el logo para decir “ya soy socio de…”. En ocasiones la estrategia falla. Una mujer de cincuenta y bastantes dice ser “colaboradora de Smint”. Señora, que esos son mis caramelos… (Anécdota real).