Una nueva investigación sugiere que, en el transcurso de los próximos 100 a 200 años, las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra ascenderán hacia valores nunca antes existentes desde el período Triásico, hace 200 millones de años. Además, hacia el siglo XXIII, el clima podría volverse más caluroso de lo que ha sido en los últimos 420 millones de años.
Este inquietante estudio se basa en la recopilación y análisis de más de 1.200 estimaciones sobre concentraciones antiguas de dióxido de carbono (CO2) atmosférico, produciendo un registro continuado que se remonta a casi 500 millones de años. La conclusión a la que se ha llegado en el estudio es que si la humanidad quema en el futuro todos los combustibles fósiles disponibles, los niveles de CO2 contenidos en la atmósfera podrían no tener un equivalente del que haya constancia en forma de huellas conservadas geológicamente durante los últimos 420 millones de años.
El equipo de Gavin Foster, profesor de geoquímica de isótopos en la Universidad de Southampton, y Dan Lunt, profesor de ciencia del clima en la Universidad de Bristol, ambas instituciones en el Reino Unido, examinó datos publicados sobre plantas fosilizadas, la composición isotópica del carbono en suelos y los océanos, y la composición isotópica del boro de conchas fósiles.
Como no es posible medir directamente las concentraciones de CO2 de hace millones de años, hay que confiar en "sustitutos" indirectos presentes en el registro rocoso.
Esta gran cantidad de datos muestra que las concentraciones de CO2 han fluctuado de manera natural en escalas de tiempo de varios millones de años a lo largo de este período, desde valores de entre 200 y 400 partes por millón (ppm) durante períodos fríos, hasta 3.000 ppm durante aquellos muy cálidos que se alternaban con los anteriores. Aunque las evidencias nos dicen que nuestro clima ha fluctuado grandemente en el pasado (estando la Tierra actualmente en un período frío), también muestran que la velocidad actual del cambio climático es tremendamente inusual.
El dióxido de carbono es un potente gas de efecto invernadero y en los últimos 150 años el uso de combustibles fósiles por parte de la humanidad ha incrementado su concentración atmosférica desde los 280 ppm en la era preindustrial hasta los casi 405 ppm en 2016. Sin embargo, no es solo el CO2 lo que determina el clima de nuestro planeta, sino que lo importante al final es tanto la intensidad del efecto invernadero como la cantidad de luz solar que nos llega. Los cambios en cualquiera de los dos parámetros pueden llegar a forzar un cambio climático.
Debido a las reacciones nucleares en las estrellas, como nuestro Sol, estas, con el paso del tiempo, se vuelven más brillantes. Esto significa que, aunque las concentraciones de CO2 fueran altas cientos de millones de años atrás, el efecto de calentamiento neto por la acción conjunta del CO2 y la luz solar era inferior. El nuevo recuento sobre el CO2 indica que, en los últimos millones de años y hasta el inicio de la Revolución Industrial, este parece, en promedio, haberse reducido gradualmente con el paso del tiempo, en unas 3 a 4 ppm por cada millón de años. Quizá parezca muy poco, pero en realidad es exactamente lo suficiente para compensar el efecto de calentamiento causado por el aumento del brillo del Sol con el paso del tiempo.