El ser humano es una criatura dual, que debe encontrar un compromiso entre sus impulsos y emociones, por un lado, y la razón por el otro. Si el padre del psicoanálisis hizo referencia al combate entre el yo y el ello, las modernas teorías de la auto-regulación apuntan también al equilbrio entre los circuitos cerebrales responsables de poner en marcha los impulsos y emociones, y los encargados de frenarlos y controlarlos.En un rincón del ring se encuentran las zonas subcorticales, de las que brota esa energía que nos impulsa a la búsqueda del placer inmediato (ventral estriado) y a la evitación del peligro (amígdala). En el otro rincón se halla la corteza prefrontal que trata de mantener a raya los ataques hedonistas que provienen del otro lado imponiendo racionalidad en la conducta del sujeto. También trata de evitar que se vea desbordado emocionalmente por la ansiedad y el miedo excesivo e injustificado generado en la amígdala. Emociones negativas que están en la base de muchos trastornos ansioso-depresivos al desbordar los mecanismos autoreguladores del sujeto.
En muchas ocasiones ese equilibrio se consigue, de forma que el sujeto más que atender a sus pasiones inmediatas es capaz de ponerle freno y perseguir objetivos a más largo plazo. Pero en otras ocasiones las zonas subcorticales salen victoriosas exponiendo al individuo a riesgos como la obesidad, las adicciones, la infidelidad, la ansiedad o las pobres decisiones financieras. Los psicólogos hemos apuntado algunas razones que pueden favorecer el desequilibrio entre circuitos cerebrales y el fracaso de la autoregulación conductual y emocional.
- Los estados de ánimo negativos, ya que cuando estamos de mal humor tendemos a actuar de forma más descontrolada (consumir más drogas, abandonar prácticas saludables, gastar más dinero), como si el afecto negativo ocupara toda nuestra atención, dejando libres pocos recursos para inhibir y controlar la conducta impulsiva.- La falta de sueño también tiende a favorecer el desequilibrio.- El agotamiento de los recursos de auto-regulación, ya que, al igual que otras facultades cognitivas el autocontrol se ve afectado por el cansancio. Así, los esfuerzos prolongados por regular nuestras emociones pueden dejarnos agotados para resistir alguna tentación posterior, como fumar o consumir algo poco aconsejable. En cambio, el entrenamiento en el autocontrol puede hacernos más resistentes ante ese cansancio.- La exposición a señales relacionadas con lo “prohibido”. Sin duda, esas señales activan nuestro sistema cerebral de recompensa y absorben nuestra atención haciendo más probable que caigamos en la tentación. - La edad, ya que la adolescencia es un momento en que una inmadura corteza prefrontal se ve incapaz de controlar los fuertes impulsos provenientes de un sistema mesolímbico de recompensa sobreexcitado por la pubertad.- El consumo de alcohol y otras drogas que facilita que las zonas subcorticales ejerzan más influencia que las corticales responsables del autocontrol, incluso llegando a provocar cuando el consumo es excesivo una degeneración de las áreas de la corteza prefrontal responsables del control de la impulsividad.
Una cuestión de equilibrio, por tanto, entre esas dos fuerzas antagónicas que residen en distintas áreas cerebrales y que luchan por tratar de llevar el agua al molino del placer inmediato
o al de la planificación a largo plazo. Los estudios recientes en el campo de las neurociencias no han hecho sino confirmar la importancia de una buena conexión funcional y estructural entre regiones de la corteza prefrontal y áreas subcorticales.Heatherton, T. F. & Wagner, D. D. (2011). Cognitive neuroscience of self-regulation failure. Trend in Cognitive Sciences, 15 (3).