Revista Deportes

El aviso, por Rafael El Gallo

Por Antoniodiaz

El aviso, por Rafael El Gallo
El aviso, por Rafael El Gallo
En eso de los avisos y las broncas hay mucha historia y mucha leyenda. El aviso no tiene razón de , por ningún aspecto que se le mire. Hay toros desde los avisos se ven desde el primé muletazo. Y otros toros que se le ven vení y se está uno muy a gusto con ellos, y ni aviso ni . Quiero decirle que el aviso no se lo dan a un torero porque sea malo o porque el toro sea de mucho peligro. Que esto del aviso se podía suprimí y la fiesta no perdería con no tenerlo.
Yo me acuerdo - hace ya muchos años - que toreaba una tarde en Madrid Luis Mazzantini. Alternaba yo con don Luí. Y siendo, como era, don Luí tan güenisimo torero, cuando el alguací lo buscaba por el callejón- ya sabe usté, amigo, que en Madrid los avisos los daba el alguací -pa darle las señas con los deos, vió Mazzantini que le enseñaba un deo, como diciendo que era ya er primero. Y don Luí lo miró y dijo por lo bajo:
- ¿Y porqué no me da ya el tercero? Si ya es igual.
Y es que, oiga usté, amigo, cuando un toro se pone pesao, no lo mejora nadie. A mi, particularmente, los dos toros mas malages, con los que más he trabajao en mi vía de torero, fueron: uno de López Navarro, en Madrid, y otro de Murube, que se me fué, en Barcelona, vivito a los corrales... ¿adelantó algo el presidente con tenerme allí hasta que se lo llevaron pa entro? Y el público, ¿qué? Lo que pasa, cuando los presidentes le dan a uno más tiempo pa vé si pué con el toro, es que el público se pone a gritá con más fuerza; y el presidente, más nervioso; y el torero, que más vale que se lo tragara la tierra.
Yo suprimiría los avisos, pondría - qué sé yo - unas especies de señales pa que el espá se comunicase con el presidente. Y se dijeran entre los dos lo que hay cuando un toro está pesao. Y lo que hay es que lo mejó es que se lo lleven al corrá, porque cuando llueven los pinchazos no los para nadie.
Yo, recuerdo que aquel toro, de Murube, estaba duro como el hierro. Le entraba por el cuello, por los costillares, por las patas, el rabo, por tos laos, y allí no entraba la espá. Estaba duro como una de esas piedras del tiempo de los mamús.
Lo que hay que hacé es lidiá, atoreá, pero sabiendo pa lo que sirven los capotes de briega. No tené en la frente metío er cortijo y er coche y los guantes de cabretilla y er paseo por las calles del centro. Tené delante er toro, que es el enemigo. Torearlo, y si luego vienen los pinchazos y a usté, amigo, le tocan un aviso, mala suerte. Es que er toro se ha puesto como el hierro.
Rafael Gómez `Gallo´. El Ruedo

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