El día es nítido y la temperatura agradable. El mar absorbe la mirada y la lanza en dirección al infinito. Quieras o no quieras, el cerebro recibe el input y te envía una gran ola de calma.
Estoy un rato mirándolo. Y, después, lo quiero fotografiar. Avanzando unos metros por el Camí de ronda, llego al mirador.
El mejor banco está ocupado. No importa. Tengo la foto y es algo más que la de un banco mirando el mar.
Hay algo que no se ve en esta instantánea: el reencuentro, la alegría, la expectativa, la ilusión, las ganas y la juventud. Hay que añadir el sonido del mar, el olor a sal, la risas y el día brillante, como diciéndoles: “Hasta el infinito y más allá.”
Sigo el camino sonriendo. La alegría se contagia y, tal vez, también, la esperanza.
En ese banco está el futuro…