La sociedad del bienestar depende cada vez más del alcance y el desarrollo de la globalización. Dicha globalización hace referencia a un proceso de integración mundial que incluye diferentes ámbitos: economía, finanzas, cultura, política, movimientos migratorios, etc. La globalización es un proceso muy largo que se ha acelerado después de la Segunda Guerra Mundial. La expansión del libre mercado ha provocado que el sistema de productivo de bienes de consumo esté presente en todo el mundo. El proceso de deslocalización industrial en los países occidentales ha transformado amplias zonas del continente asiático. El éxito económico de algunos países asiáticos ha supuesto la reducción de la pobreza en aquellos países: en 1990 el 81% de la población pobre del mundo vivía en Ásia, mientras que en 2010 se había reducido al 62%. En total, había salido de la pobreza en esos años, un total de 780 millones de personas. Ha crecido la clase media, en unos 525 millones de personas. La OCDE estima que para el año 2030 la clase media asiática representará el 66% de la total mundial. Sin embargo, la reducción de la pobreza así como el aumento del bienestar y el descenso de las desigualdades entre países, ha provocado también que estas mismas desigualdades crezcan en el interior de los estados. Al mismo tiempo, se ha extendido la opinión de la incompatibilidad entre una globalización a ultranza y el desarrollo de los Estados del bienestar. La globalización ha estimulado la competencia entre los países desarrollados para atraer la inversión extranjera, extendiendo la competencia fiscal entre ellos, presionando a la baja sus políticas sociales. Existe el temor, que la globalización, pueda debilitar la capacidad de los Estados para estabilizar la economía y la protección social de los ciudadanos.
El impacto de las crisis económicas en una economía globalizada tiene un efecto sobre el Estado de bienestar, así como su mantenimiento o consolidación a medio y a largo plazo. Los ciclos económicos tienen un efecto tanto en el mantenimiento como en el desarrollo de las sociedades del bienestar en los países occidentales. El reto del futuro del Estado del bienestar es sortear esos ciclos económicos que ponen en riesgo al Estado del bienestar, y, por tanto, que provocan un estrés presupuestario, y, al mismo tiempo, mantener la voluntad política y el prestigio del Estado del bienestar entre la ciudadanía. Éste último aspecto, la legitimidad del Estado del bienestar entre la ciudadanía es fundamental para la continuidad de las políticas del Estado del bienestar así como, la propia existencia del Estado del bienestar en el futuro.
Revista Cultura y Ocio
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