Zabi, la víctima
No me voy a extender demasiado en este post. No era amigo de traer la espada por aquí, pero lo cierto es que últimamente la llevo desenvainada permanentemente. Entre infamias, robos y extorsiones, parece que el mundo no vive para otra cosa. La última noticia repugnante, además de las que matan millares por año en México o en Irak, además de la Nueva Economía del hambre y el Nuevo Orden del miedo, se ven cosas como las de la noticia de la muerte de Zabi, el travesti afgano.Existen en ese país que es de mierda desde que el mundo es mundo y los bactrios fueron aniquilados por los esteparios, varias tradiciones repugnantes. Como los talibanes, destrozar budas milenarios, el odio a la música, la suciedad permanente, los burkas, el cultivo del opio y la pederastia generalizada, en forma de castrati y niños que son obligados a vestirse de niña y bailar en fiestas siendo sodomizados con cierta regularidad. Y de esta última deriva otra tradición que es la de contratar en bodas y festividades a travestis para que bailen y después por qué no, darles una paliza o incluso matarlos. Así, como lo oís. Los desgraciados se ven obligados a aceptar porque es su único medio de subsistencia en aquella tierra de hombres inmundos. Pero es como si aún allí existiese el sacrificio humano.Pero en el caso que nos ocupa, la cosa va un paso más allá, pues a Zabi lo contrató, para una boda, una piara - que no familia - afgana, carniceros de profesión. Cuando acabó la idea, probablemente lo violaron, porque es lo que hacen esos "machos" a esos maricas, lo mataron, lo descuartizaron en la carnicería, probablemente entre risas y excitación sexual afgana. Y los trozos los enviaron a la familia de la víctima.Antes de nada, insistir en que nadie, afgano o no, se atreva a comentar mi generalización sobre los afganos. Porque llevan siglos demostrando que son unos salvajes vomitivos.Y mientras aquí protestamos porque se matan toros o porque los católicos dicen no se qué, por leve que sea, no veo a nadie alzar la voz contra esos pueblos y religiones que odian todo lo que no son ellos. Es más fácil darle una hostia al párroco de Barbate que afearle el gesto al imán de Ceuta, verdad, valientes? Y dicho esto, aprovecho para llamar la atención a los bonicos que dicen que cada cultura es una cultura y que no se puede interferir sobre ella, porque todas son igualmente buenas e interesantes, sólo diferentes. No. Hay culturas mejores y peores. La mía es mejor que la suya. Me enseñaron, de muy joven, que casi todo lo que pasa en el mundo se debe a la cultura, sobre todo, a la falta de ella. Pues eso.