Nuestro sur misionero está lleno de sorpresas para quién esté dispuesto a detenerse algunos momentos del trajín cotidiano a contemplar la naturaleza. Recuerdo allá por el 2010 cuando comenzamos con este hobby las sorpresas y las emociones que nos producían cada uno de los nuevos hallazgos ornitológicos para nosotros cuando ampliábamos el radio de acción de nuestras salidas para fotografiar aves. Hoy la memoria me traiciona al no poder recordar quién fue el que me dijo " Los pájaros siempre estuvieron, solo que ahora vos te detuviste a contemplarlos". Algo así ocurrió durante una de las salidas nocturnas para fotografiar lechuzas y atajacaminos recorriendo caminos vecinales en la zona de Profundidad, Fachinal, Cerro Corá y Tacuaruzú.
Durante la jornada del 12 de Diciembre pasado, Luis, Roby y Javier disfrutaban las últimas horas de luz solar en el Paraje Las Quemadas cuando un vecino se acerca al observarlos en una actitud diferente, las cámaras mostraban que los amigos estaban allí únicamente para sacar fotos, y después de la presentación de rigor con un fuerte apretón de manos, surgió la invitación del dueño del lugar para recorrer parte de su chacra. Salió la primer pava de mate en manos de don Kusnik mientras nos contaba las novedades del lugar. A los pocos minutos escuchamos el Caburé y fuimos a buscarlo con la ayuda del anfitrión, este con machete en mano, pucho a medio prender y descalzo para tantear bien el terreno que lo conoce en detalle, nos guió hasta que llegamos al final del sector descampado al lado su casita. Lindo desafío para el fotógrafo porque la adrenalina propia y la emoción por lograr una buena fotografía nos hace descuidar nuestros pies pisando alguna que otra bosta de vaca o de caballo, pero que importa... las zapatillas se lavan y las fotos quedan para nuestros recuerdos y para compartirlas con ustedes amigos lectores.
Luego de alumbrar un poco con las linternas pudimos encontrarnos con un Caburé curioso que observaba al grupo perchando en la rama de un mango. Salen las fotos de rigor que ilustran esta publicación y la charla se extendió mas de la cuenta; pese a su edad don Kusnik nunca había podido ver al Caburé, grande fue su sorpresa al descubrir quién era el autor de los cantos que lo acompañaba todas las noches, esa noche el nuevo amigo del grupo se detuvo a contemplar, y gracias a tres locos de la ciudad cruzó miradas con esta pequeña lechuza para aprender que no es un demonio imaginario o un ser todopoderoso que nos envuelve con su magia, es un ser vivo como nosotros, apenas una pequeña lechucita con la cual compartimos casa.