Se ha presentado una explicación convincente para el enigma de cómo pudo la Tierra evitar una congelación profunda cuando, hace unos tres mil millones de años, el Sol brillaba un 20 por ciento menos que ahora. La diferencia podría haber dejado a la Tierra sepultada en hielo, hasta el punto de imposibilitar el desarrollo de la vida tal como la conocemos hoy.
Las conclusiones a las que han llegado en su investigación Eric Wolf y Brian Toon, de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, apuntan a que para permitir ese "milagro" lo único que se necesitó fue una concentración más elevada de dióxido de carbono en la atmósfera, y quizás una pizca de metano extra. La explicación es bastante simple y obvia, y otros científicos ya habían pensado en ella, pero no podía darse por correcta sin tener los suficientes elementos de juicio que la respaldasen. A veces, en ciencia, lo más probable no es lo verdadero. Esos elementos de juicio adicionales se han obtenido ahora gracias al uso de sofisticados modelos digitales tridimensionales del clima, que fueron ejecutados en la supercomputadora Janus, de la citada universidad. En casi todos los anteriores intentos de explicar la paradoja se utilizaron modelos mucho más simples, lo cual seguramente limitó el alcance de las conclusiones.
Se suele aceptar que la vida surgió en la Tierra, en forma unicelular y muy simple, hace unos 3.500 millones de años, o sea aproximadamente mil millones de años después de formarse la Tierra. Se cree que la primera forma de vida se forjó en aguas poco profundas, o alrededor de fumarolas hidrotermales del fondo del mar, o en el subsuelo profundo, o que incluso llegó a la Tierra dentro de meteoritos provenientes de otros mundos.
En cualquier caso, el mantenimiento, con la suficiente estabilidad, de las condiciones aptas para la vida durante un tiempo suficiente tras la aparición de esas primeras formas vivas, es un requisito imprescindible para explicar cómo la vida sobrevivió y evolucionó hacia formas con mayor capacidad de supervivencia, mejor preparadas para afrontar climas gélidos y otros ambientes extremos.
Este enigma de cómo pudo la Tierra evitar una congelación profunda cuando el Sol brillaba menos, lo ha estado intentando resolver la comunidad científica desde 1972, cuando el célebre Carl Sagan (el director de tesis de Toon en aquella época) y su colega George Mullen plantearon abiertamente la paradoja.
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