Hablaba Morrillu ayer sobre el pasotismo del peatón, y yo mismo hace unas cuantas semanas de la afinidad de muchos por buscar atajos donde no los hay. Son ejemplos claros de cómo conductores y peatones tratan de tensar al máximo la cuerda de las normas establecidas.
La picaresca es algo muy habitual en las carreteras, pero sobre todo en las ciudades, y hay quien lo lleva al extremo de la determinación por hacer las cosas mal. El ejemplo que da pie a este post está en un vídeo que se ha difundido de forma espectacular sobre un tozudo conductor que se empeña en cambiar de sentido pese a quien pese. Veamos.
El increíble caso del hombre que quiere cambiar de sentido y se queda atascado
El vídeo es muy divertido, entre comillas si queréis. Sin embargo a mi me da claustrofobia por un lado, y me irrita por otro. Me pregunto si el conductor no es consciente de que no va a ser capaz de realizar la maniobra como debe hacerse: lo más rápidamente posible y procurando entorpecer al mínimo a los demás conductores. Me llama la atención el arranque de genio que se produce cuando lo recriminan. ¿Será típico italiano?
No me parece algo que sea exclusivo del prototipo de italiano. En España no nos quedamos atrás en las resoluciones de conflictos chulescas o con tendencia a llegar a las manos (o tirones de pelo). La situación es tan absurda que me pregunto si, de verdad, hay personas que por no recorrer 100 o 200 metros extra prefieren instalarse en un mundo paralelo en el que ellos tienen razón, y los demás no.
¿Qué soluciones puede haber para evitar una situación tan grotesca? No conozco para nada esa calle, pero se me ocurren varias teorías:
- Puede estar prohibido aparcar en una calle tan estrecha. Se ve que es de doble sentido, pero con coches estacionados a ambos lados necesitarías algo de magia para conseguir cambiar el sentido con comodidad.
- Posiblemente podría haber invadido la entrada que se ve algo más atrás, en algún momento del vídeo, para facilitar la maniobra. Eso habría supuesto que no le alcanzase la procesión que venía paso a paso, detrás de él.
- Seguramente 100, 200, o 300 metros más adelante se encontraría con una bocacalle que le haría posible dirigirse a otra calle que lo transportase en la dirección deseada.
- Podría haberse quedado en casa ese día limpiando las jaulas de los canarios.
En cualquier ciudad se puede llegar a cualquier punto siguiendo las indicaciones de direcciones permitidas y evitando las direcciones prohibidas. Puede llevar más o menos tiempo, y puede que debamos meternos en zonas peatonales (pero eso solo si está permitido o somos residentes, claro). ¿Qué gana ese conductor con su acción? La fama instantánea en el sentido más peyorativo de la palabra.
Parece una tontería, pero estamos rodeados de casos de conductores que entorpecen la libre circulación por su cabezonería al tratar de realizar maniobras que, claramente, no van a realizar con comodidad. Precisamente para facilitar las maniobras de cambio de sentido y redirigir más eficiente el tráfico entre las diferentes calles, se inventaron las rotondas. Para eso se diseñan los sentidos de las calles, para poder cambiar de sentido en lugares donde no se puede hacer de otra forma.