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El camino hacia una autoridad positiva

Publicado el 14 octubre 2018 por Orientablog @colegioalarcon

“¿Debo poner normas y límites a mis hijos?” “¿Cómo hacerlo sin que parezca un tirano?” A lo mejor has tenido estos pensamiento en alguna ocasión. A veces, dudamos sobre si ser autoritario o no con los hijos. Puede haber varios motivos para ello: miedo a parecer excesivamente autoritarios, haber sufrido cuando eras niño un estilo autoritario que no te gustó, o poco tiempo para dedicarle a los hijos y ser firme. Estas dudas pueden impedir ejercer una autoridad positiva y, en ocasiones, se consigue el efecto contrario: que el niño se convierta en un “tirano”.

Para un adecuado desarrollo, los niños necesitan límites. De esta forma, los padres les proporcionan seguridad, les demuestran que les importan, y les proporcionan vínculos sanos, enseñándoles a convivir y a manejarse en el mundo que les rodea. Además, los límites bien aplicados contribuyen a aprender a autorregularse; es decir, a ponerse límites uno mismo según va avanzando la edad.

A la hora de ejercer la autoridad positiva es normal que los padres se equivoquen. ¡Qué no cunda el pánico! Lo que deja huella en el niño no es lo que se hace una vez mal, sino lo que se hace mal de forma habitual. En este punto es importante revisar en qué te has equivocado, reconocerlo y cambiarlo. Si no sabes cómo, puedes compartir tus dudas con quien consideres que puede ayudarte. Con ello, irán evolucionando tus habilidades como educador.

Cuando ejerzas una autoridad positiva, tu hijo debe sentirse en todo momento guiado, apoyado, apreciado y nunca juzgado, ni mucho menos rechazado. A continuación, se dan una serie de pautas que ayudan a este objetivo:

  • Lo primero es consensuar con la persona adulta que conviva en la familia(pareja, padre o madre, fundamentalmente)  las normas del hogar. Es crucial llegar a un acuerdo antes de presentarles las normas a los niños. Además, las normas deben ser revisables según el niño vaya creciendo.
  • Hablar con ellos de la forma más objetiva y descriptible posible. Los límites deben ser claros, con explicaciones breves y sencillas y de forma positiva (evitar presentarlos en términos de “no hacer tal cosa”, sino expresar de forma sencilla lo que hay que hacer) . Por ejemplo, “Cariño, después de jugar, recoge los juguetes y colócalos en el armario”.
  • Ofrecer libertad de elección. Esto es, tratar de ofrecer siempre dos opciones para que haga lo que queremos. Por ejemplo, “Hay que vestirse, ¿te pones esta falda o este vestido?”. De esta forma les enseñamos que sus deseos y emociones son aceptables.
  • Explicar por qué sin sermonear. Los sermones tienen efectividad cero. Cuando sea necesario, manifiesta la razón del porqué en pocas palabras. Es útil explicar brevemente la razón de la orden que se le da. De esa manera, se promueve el desarrollo de valores internos de conducta y el niño va creando su propia conciencia. Hablar con los hijos de los problemas, límites y normas e incorporarles al establecimiento de las mismas facilita su colaboración, y fomenta el desarrollo de su auto-control.
  • Valorar sus intentos y esfuerzos por mejorar. Cuando hables con él de su comportamiento acentúa lo positivo. Desaprueba la conducta, lo que hace; no a tu hijo. No es lo mismo decir “eres malo” que “eso está mal hecho”. De esta forma, no se sentirá rechazado ni se afectará su autoestima.
  • Ser firmes. Hay que aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo, “Tienes que hacer los deberes, cariño”. Siempre de una forma positiva. Pare ello, hay que asegurarse que el niño esté quieto, hay que mirarles a los ojos, con un gesto suave, hablarle de manera clara y con un tono firme y seguro, sin gritos.
  • Ser consistente. Las normas son para cumplirse. Si cada vez le mandamos un mensaje distinto, no va a saber qué se espera de él y esto, aumenta la probabilidad de conductas inadecuadas.
  • Reconocer los propios errores. Nadie es perfecto, los padres, tampoco. Esto le dará seguridad y tranquilidad al niño, le anima a tomar decisiones, aunque se pueda equivocar.
  • Controla tus emociones y tu temperamento. Es más efectivo si hablamos desde la tranquilidad. Primero cálmate, respira profundo y, luego, corrige con disciplina positiva.

La escucha activa hacia los hijos puede transmitirles confianza en sí mismos y habilidad para manejar sus sentimientos y problemas. Tener autoridad positiva equivale a educar con sentido común, respeto y amor.

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