Ya había leído El capitán Alatriste hacía algunos años; los suficientes como para tener que releerlo si quería continuar con la saga, y quería, pero necesitaba el empujoncito necesario en forma de reto para conseguirlo. Y aquí estoy releyendo, pero casi podemos decir que leyendo como por primera vez, pues solo me acordaba de los detalles principales del argumento, habiendo olvidado por completo esta manera tan peculiar que tiene Pérez-Reverte de contarnos la historia dentro de una historia.
Mis ejemplares, parte de mi colección Pérez-Reverte
Estamos en los años veinte del siglo XVII y el capitán Alatriste, ex-soldado que para malvivir se encanrga de realizar trabajos poco honrosos en los que se requiere su espada, acepta un encargo bastante sospechoso: primero unos enmascarados le piden que dé un susto, con poca sangre, a un par de ingleses que llegarán a Madrid en breve; luego uno de los enmascarados se marcha y un inquisidor, fray Emilio Bocanegra, aparece en la reunión y le pide que mate a los dos ingleses. Alatriste y Gualterio Malatesta, su compañero en esta empresa, obedecen sin rechistar, puesto que el trabajillo está más que bien pagado, pero en el momento de enfrentarse a los dos jóvenes ingleses, Alatriste se apiada de ellos cuando su contrincante le pide cuartel para su compañero en vez de pedirlo para él mismo, e impide que Malatesta remate su trabajo, ganándose un enemigo mortal a la par que dos amigos de la gran bretaña.
Los dos inglesitos que Alatriste casi asesina pero que luego salva de su propia espada son nada más y nada menos que el príncipe Carlos Estuardo y su amigo el duque de Bukingham, que han venido de incógnito con el propósito de hacer la corte a la hermana de nuestro monarca Felipe IV. El capitán Alatriste se encuentra entonces, sin haberlo pretendido, dentro de una trama palaciega perpetrada por la mismísima iglesia católica y la santa inquisición, que no va a permitir que una princesa católica apostólica y romana se case con un hereje, por mucho heredero al trono británico que sea.
Toda esta historia es narrada por Íñigo, el joven paje del capitán Alatriste, que asiste o no (depende) a todos estos acontecimientos y a más, pues está viviendo en pleno Siglo de Oro, donde uno puede acercarse a cualquier mentidero y charlar con el mismísimo Velázquez recién llegado a Madrid. El abanico de personajes secundarios que acompañan a Íñigo y al capitán Alatriste es digno de mención, en especial mi favorito, don Francisco de Quevedo, gran amigo de Alatriste y contrapunto humorístico, bonachón y creativo de esta historia.
-No queda sino batirnos.
Dice don Francisco cuando dos pobres desventurados se atreven a felicitarle por unos versos que en realidad fueron escritos por Góngora, su mortal enemigo. También me ha entusiasmado el elenco de personajes ficticios, especialmente Gualterio Malatesta, que es la malignidad personificada y que nos provoca un escalofrío inevitable por la espina dorsal cada vez que le oímos silbar esa musiquilla previa a desenfundar la espada.
Y Pérez-Reverte, digo Íñigo, que sabe cómo contar una historia y hablarnos a la vez de la Historia desde el punto de vista del orgullo herido español, que es mucho y muy grande (”se necesitaba ser menguado, o inglés, para gritar aquello en una calle oscura de Madrid, lloviendo estocadas”), pero también con una manera de reírse de uno mismo que hace que disfrutes por partida doble de la novela.
Además he tenido la suerte, a ratos desgracia, de comentar la lectura capítulo a capítulo con dos lectores ingleses, buscando información sobre cada cuadro o personaje real que se nombra, intercambiando opiniones (al parecer Carlos Estuardo no era tan rubio) y muriéndome de la vergüenza cada vez que el autor insultaba al imperio, o a los habitantes, del que procedían estos ilustres personajes salvados por el sentido común de Alatriste.
Me ha encantado y estoy deseando leer el resto de las novelas.
-No queda sino batirnos- añadió el poeta al cabo de unos instantes. (…)
-¿Batirnos contra quién, don Francisco? (…)
-Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia -dijo lentamente, y al hacerlo parecía mirar su reflejo en la superficie del vino-. Que es como decir contra España, y contra todo.
pág. 58
PD: le he quitado un puntito porque hoy tengo el día torcido y porque es demasiado corto; además de que a veces es poco creíble que Íñigo te pueda contar todas esas cosas que no ha presenciado con tanto detalle.
Otras reseñas de libros de Pérez-Reverte en el blog:
- Un asunto de honor
- La sombra del águila
- Reseña de El capitán Alatriste en inglés