Revista Libros

El capullo y la negra

Por Isladesanborondon
Padre fumaba mucho y tenía los pulmones de humo. Padre no hablaba, era un hombre bueno pero retraído. De las personas como él, la gente siempre recela, piensan que andan guardándose secretos. Mire, yo lo entendí, pero ya algo más mayorcita. De qué sirve tener la lengua suelta. Ya se dicen muchas boberías en el mundo para hacer el saco más grande. Veces tenía muy mala idea, y veces no medía lo poco que hablaba.
Llegó uno de sus hermanos de Venezuela, que como mi abuelo, también se marchó, pero este tío mío se fue antes de la guerra. Apareció vestido con un sombrero de esos trenzados, de paja, tan elegante él, todo vestido de blanco, con una leontina que brillaba como la plata y un capullo de rosa prendida en el ojal. Todos nos quedamos mudos cuando lo vimos entrar en la cocina a la hora del almuerzo. Era como un príncipe de novela. Le dio un abrazo a mi padre que casi lo descoyunta. A mi hermano y a mí, nos pasó la mano por la cabeza y nos dio una moneda a cada uno. Venía del brazo de una mulata bembuda, con los labios tan rojos como la rosa que mi tío llevaba en el saco. Era muy guapa, "vestida como una cabra", según madre. La presentó como la tía Alina. Él hizo muchas bromas que sólo a él le hacían gracia, enseñando unos dientes blanquísimos, blancos como el color de sus zapatos. Padre no los invitó a la mesa, a la legua se le notaba incómodo con su hermano. Dijo que tenía aún que vestirse para trabajar y se subió al dormitorio, dejándonos a los demás con la visita. Al cabo de un rato, todavía arriba, en la habitación, gritó: ¿¡Lola, se marchó ya El Capullo y la esclava!? Mi tío que aún estaba allí dándonos palique, se puso encarnado como la flor con la que adornaba su galantería. Se despidió con educación de nosotros, me acuerdo que Bartolito quiso devolverle la moneda pero él insistió: “es un regalo de tío Josefo”. Me acuerdo que la mulata y él se fueron por donde habían venido. Jamás volvimos a nombrarlos pero en el entierro de padre, mi hermano y yo lo volvimos a ver, a él y a la anegrada.

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