El caso Farewell – Cuando los espías no son James Bond

Menuda sorpresa me he llevado con El caso Farewell con lo poco aficionada que yo soy al cine de espías… Que sí, que ya, que si no me gustan demasiado este tipo de películas, como se me ha ocurrido comprar una entrada para verla. Dos cosas me han convencido: que me apetecía ver a Emir Kusturika en acción y que la cinta haya tardado dos años en estrenarse en España. Y la verdad es que no me arrepiento de mi decisión.

Nos trasladamos a la URSS de 1981. En plena Guerra Fría, un coronel de la KGB, Sergei Gregoriev, toma conciencia de que su país necesita una nueva revolución que le saque del estancamiento en el que se encuentra y decide contribuir al cambio entregando informes secretos a un ingeniero francés, Pierre Froment, que trabaja para la compañía Thomson en Moscú. La información suministrada por Gregoriev incluye listas con los nombres de espías de la Unión Soviética cuya misión era recabar información sobre los avances tecnológicos llevados a cabo en los países occidentales.

Pero lo explicado anteriormente no ha nacido de la imaginativa mente de un guionista, sino que está basado en hechos reales, aunque el coronel Sergei Gregoriev se llamaba en realidad Vladimir Vetrov. La labor de espionaje, conocida como Informe Farewell, efectuada por Vetrov es poco conocida por el gran público (vamos, yo no tenía ni idea), pero fue una de las acciones que contribuyó a la caída de la ya de por sí mermada potencia soviética.

Aunque, evidentemente, el trasfondo histórico que plasma la película de Christian Carion resulta de lo más interesante, creo que lo que la hace diferente es el retrato de los dos espías que la protagonizan. Por un lado el inexperto Pierre que se ve convertido en “correo” casi por casualidad y, por otro, Sergei que con sus actos no pretende conseguir la gloria, dinero o poder, sino simplemente colaborar para que su país sea un lugar mejor para su hijo Igor. De hecho, lo único material que recibe a cambio de sus entregas son libros de poesía francesa, algún disco de Queen, champán francés o un walkman.

Las persecuciones o las espectaculares huidas in extremis brillan por su ausencia y son sustituidas por las evoluciones de dos inexpertos (y algo torpes) espías a los que les queda muy grande su cometido, dos hombres con sus miedos y sus debilidades. Sergei y su tensa relación con Igor (un hijo que no entiende el supuesto conformismo de su padre), además de sus problemas matrimoniales. Pierre y su mujer Jessica que se enfurece al conocer la “misión” de su marido y a la que se miente para que no sufra.

Y alrededor de ambos Mitterrand y Reagan (menuda imagen se da de él…) que caracterizados por posiciones políticas contrapuestas, se unen en un frente común contra el gigante soviético al que derrotarán destruyendo su red de espionaje gracias a Farewell.

Película rodada combinando tres idiomas (francés, inglés y ruso) sus intérpretes también pertenecen a distintas nacionalidades. El director-actor francés Guillaume Canet (tal vez lo recordéis de su papel en “La playa”) o el director-actor-músico serbio Emir Kusturica (realizador, entre otras, de la polémica “Underground”), la rumana Alexandra Maria Lara (“El lector”, “R.A.F. Facción del Ejército Rojo”), la rusa Dina Korzun o el estadounidense Willem Dafoe. Señalar la breve aparición de David Soul (Hutch de la serie televisiva “Starsky & Hutch”) demostrando que los años no perdonan a nadie.

Premiada en el Festival de Toronto y en la Mostra de Valencia, El caso Farewell también destaca por su excelente diseño de producción, ya que recrea de forma muy verosímil el Moscú de principios de los 80. Lo más curioso de todo es que la película no se rodó en la citada ciudad, sino que fue recreada en localizaciones finlandesas y ucranianas.

Con algún que otro altibajo, la cinta elimina los estereotipos que caracterizan las películas de espías para contarnos la historia de dos hombres corrientes que pusieron en jaque a la todopoderosa URSS. Os la recomiendo.

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Briony