Hablábamos en el anterior post sobre empleo de la necesidad de mantener nuestro instinto de supervivencia. Localizarlo, alimentarlo, salir de nuestra zona de confort y darle rienda suelta.
En función de la comodidad o estabilidad de nuestra vida pasada dispondremos en mayor o menor medida de esa alerta permanente que se aloja en nuestro cerebro.
Pero nuestro cerebro no es siempre nuestro mejor aliado. Alberga conocimientos, experiencias y emociones, pero no alberga algo básico para el nuevo mundo: la voluntad.
Voluntad es más o menos la facultad de decidir y ordenar nuestra conducta. Es una actividad consciente para realizar algo para conseguir un resultado.
Si damos por bueno que llevamos 4 millones y medio de años de vida sobre la tierra, desde aquellos homínidos llamados Australopitecus, que ya habían bajado de los árboles para conquistar las llanuras, nuestro instinto de supervivencia, como comportamiento heredado, tiene como mínimo la misma edad, pero ojo, siempre y cuando nos veamos en situaciones similares
Dime, ¿cuánto tiempo lleva el hombre sobre la tierra buscando empleo? ¿Y cuánto conviviendo en el estado del bienestar?
Visto así no hemos tenido tiempo de incorporar a nuestro ADN una genética o herencia biológica capaz de reaccionar de forma instintiva ante nuevas situaciones. Y buscar empleo es una de ellas.
En los talleres de empleo afirmamos que se nos ha enseñado educación, respeto, historia, ciencias sociales, un oficio, una carrera, a utilizar un ordenador, una máquina,... pero nadie nos ha enseñado a buscar empleo.
Y lamentablemente la búsqueda de empleo suele tener un mal compañero; la desmotivación. La desmotivación, provocada por la incapacidad de poder resolver una situación en la que le ponemos tantos recursos, conlleva la pérdida de autoestima. Esta mezcla es un cóctel letal para mantener la iniciativa y la energía necesaria para competir día a día, mes a mes, año tras año. Desmotivación y pérdida de autoestima (nuestros dominios particulares) generan fuerzas contrarias y opuestas al instinto de supervivencia y la fuerza de voluntad (el angelito al que tanto nos cuesta hacerle caso).
Ni la capacidad de sacrificio ni la fuerza de voluntad son instintos naturales, por lo que podemos entrar en una espiral negativa que nos lleva a la desolación y la inactividad.
Si analizamos los principales factores de la motivación humana hay uno que se supone motor de todos los demás: el reto. Pero no hay reto sin mantener una capacidad para poder conseguirlo.
Así que para salir de este círculo no queda otra que:
- Medir la capacidad, y mejorarla. Lo podemos hacer a través de un análisis de cualidades profesionales y habilidades personales y sociales.
- Plantearse objetivos y aspiraciones. Cuanto menos aquellos que se corresponden con mi experiencia y mi formación, aquellos que creo que merezco y se enmarcas en mis legítimas y naturales expectativas.
- Organizarse para conseguirlas. La organización es el motor de la acción ordenada, metódica y constante.
Así que si juntamos Necesidad + Capacidad podemos plantear retos.
Y los retos son motivadores
Y la motivación es necesaria para la acción.
Y la acción ordenada inspira la voluntad.
Y la voluntad combate la inacción y la desmotivación.
Y es el único camino para mantenerse alerta, ser más competitivos, y no parar hasta llegar a la meta.