La prensa portuguesa le empezó a llamar el quinto “Beatle” (pese a no tener ninguna relación con Pete Best) tras una exhibición de juego durante un encuentro de la Copa de Europa contra el Benfica en el 66. También decían, y dicen, que es el quinto jugador más grande de todos los tiempos, por detrás de Maradona, Pelé, Cruyff y Di Stéfano. Pero George Best, el chico de Belfast, nunca jugó un Mundial ni una Eurocopa con su selección de Irlanda del Norte. Su mayor logro individual fue un Balón de Oro conseguido en 1968, el mismo año en el que escribió sus memorias (con 22 años) y en el que también consiguió una Copa de Europa con el Manchester United, el equipo donde jugó 11 años (1963-1974) y donde vivió su mejor época como futbolista. Lo tenía todo para ser un icono pop: magnetismo, sonrisa canalla, vida repleta de excesos y placeres y el descaro en el juego que enganchaba cada día a más gente por todo el mundo, y a más supporters de la liga inglesa inmersos en una explosión cultural juvenil sin precedentes durante los años 60. Pero sobre todo, fue un jugador irrepetible y, una vez muerto, en noviembre de 2005, toda una leyenda de este juego.
George Best, inmortal
A mediados de los años 70, tras los éxitos con el Manchester United, no se resistió al encanto de jugar en la recién renovada liga estadounidense, la NASL, que contó en aquella época con una pasarela donde desfilaban las estrellas mundiales que venían a retirarse y a demostrar al mundo la relevancia de esta liga-espectáculo frente a las veteranas ligas europeas y sudamericanas. Best jugó en Los Angeles Aztecs, Fort Lauderdale Strikers y en los San José Earthquakes. Empezó bien, jugando muchos partidos y anotando goles, pero pronto se fue desinflando su talento por la agitada vida social que le acompañó en sus días dorados bajo el sol californiano. Llegó a abrir un bar, el “Bestie’s Beach Club” (ahora conocido como “The Underground” en referencia al metro londinense) en Hermosa Beach, California. Pese a la imagen de vividor y estrella mediática, Best siempre conservó el espíritu del chaval de la calle que disfruta dándole patadas al balón. Tras su aventura americana regresó a la liga inglesa, y se retiró a los 37 años jugando en un equipo de tercera, el Bournemouth.
Best en su tiempo libre
Su vida más allá de los terrenos de juego estuvo marcada por un alcoholismo voraz, que acabó arrebatándole la salud, la belleza y hasta la dignidad (vease aquel triste artículo del News of the World, con Best a punto de morir). Como le sucediera al gran Oliver Reed, llegó a tener momentos vergonzosos en televisión, como en aquella entrevista con el presentador inglés Terry Wogan (“Me gusta follar”, dijo en el programa). En su funeral, más de 100.000 personas se congregaron para despedirle, como si de un funeral de estado se tratara. El aeropuerto de Belfast cambió su nombre por el de George Best Belfast City Airport, como sucediera anteriormente con John Lennon en el aeropuerto de Liverpool.
En el año 2000 se estrenó sin pena ni gloria un biopic del jugador, ‘Best’, dirigido por Mary McGuckian, directora de la coproducción española rodada en Málaga ‘El puente de San Luis Rey’ (2004). El papel del chico de Belfast estuvo protagonizado por John Lynch (que interpretó también a Paul Hill, el colega que se encuentra en el barco Gerry Conlon en la memorable ‘En el nombre del padre). Pese al parecido físico absolutamente nulo de Lynch con respecto a Best, el actor norirlandés (también co-guionista de la película) trata de interpretar lo más dignamente que puede al jugador en una historia que narra sus origenes, ascenso y caída y que se centra sobre todo en su vida de celebrity repleta de excesos, alcohol, coches y mujeres, mezclando imágenes de archivo de jugadas míticas de Best con otras recreadas (e insertadas) con los propios actores para la película.