Nunca lo tuvo fácil el formato Blu-ray para ganarse un lugar entre los aficionados al cine, los amantes de cuidadas videotecas, repletas de títulos del séptimo arte que merecían un lugar en la estantería. El VHS y el DVD fueron más afortunados en su época. El primero porque representaba una extraordinaria novedad, la posibilidad de ver en casa una película cuando y cuantas veces fueran necesario y, sobre todo, porque permitió a una legión de cinéfilos realizar un sueño que años atrás era casi imposible. Después el DVD dio un salto de calidad muy estimable en cuanto a imagen que hizo tambalearse los cimientos del VHS, hasta tal extremo, que no fueron pocos los que procedieron a sustituir sus viejas cintas de vídeo. No obstante, todos sabíamos, en menor o mayor medida, que tarde o temprano vendría otro sistema más avanzado dispuesto a jubilar las viejas tecnologías. Y llegó la alta definición, con dos sistemas prestos al combate, el HD-DVD y el Blu-ray que como antaño sucedió con el Sistema 2000, el Beta o el VHS sólo podría quedar uno con vida, casi siempre ligado al apoyo incondicional de una gran marca. En este caso, Sony se ha sacado una espina que tenía clavada en su derrota del vídeo Beta o Betamax, imponiendo el formato Blu-ray, aliado de un producto estrella como es la consola PlayStation. Para empezar, hay que decir que este nuevo formato tiene una calidad de imagen realmente impresionante, más apreciable en las televisiones de última generación, que te dejaran con la boca abierta. Pero es un sistema estropeado por sus propios creadores, empeñados en inventar toda una serie de tropelías para que fracase, aunque me imagino que no será de forma deliberada. Este tipo de situaciones suceden cuando hay algún individuo muy aburrido, quizás un ingeniero, en algún despacho oculto a la vista. Tal es su tiempo disponible para pensar, que de vez en cuando, le surge alguna tontería de su privilegiada y ociosa mente. La primera idea brillante fue quitarle un fotograma a las películas para que se pareciera más al cine. En lugar de una imagen fluida, se nos ofreció una que daba pequeños saltos, casi inapreciables, pero que molestaban al espectador más exigente. Fue el conocido efecto Judder, un nombre muy apropiado para tan estúpido invento. Decían que había que aguantar y que el ojo humano pronto se acostumbraba a tan endemoniada modificación. Y debe ser cierto, porque lo he experimentado y tiene cierto fundamento. Eso, unido al hecho de mejorar el formato y las nuevas tecnologías aplicadas a las pantallas de televisión, han mitigado en gran medida el desacierto inicial. Un temor de muchos era que no pudieran reproducir sus viejas películas en DVD y otros formatos en el nuevo soporte, pero afortunadamente eso no es un problema.
Así que, una vez superados los pequeños inconvenientes, viene el caso que me ha llevado a escribir esta entrada. Por navidades recibo como regalo "El amanecer del planeta de los simios" en formato Blu-ray. Me dispongo a realizar una prueba para ver que tal se ve la imagen y, una vez transcurridos 10 segundos en los que se puede contemplar la típica presentación de la 20 th Century Fox, pantalla en negro y ya no se ve nada más. En estas fechas ir a descambiar algo a unos grandes almacenes es un engorro, aglomeraciones, colas en las cajas y demás inconvenientes. El dependiente farfulla no se que cosa de actualizar, pero ni caso, pienso que es una copia defectuosa, como ha ocurrido toda la vida con los discos DVD. Vuelvo a comprobar y sucede exactamente igual. Maldiciones e improperios salen de mi boca, me han vuelto a colocar una mala copia, o peor aún, me han dado la misma. Regreso otra vez para la oportuno cambio y me viene a la cabeza la palabra "actualización", la que pronunció como una profecía iniciática el dependiente. Nuevas muchedumbres consumistas impulsivos, calefacción nuclear fusionada, largas colas y nuevo cambio de disco, monos para arriba, monos para abajo. Antes de pasar por mi reproductor Blu-ray, hago una prueba en casa de mis suegros, en un aparato recién comprado. La imagen perfecta, con una nitidez asombrosa que contrasta con el fundido en negro sempiterno que ofrece el mío, una vez más. Investigo por Internet y descubro asombrado algunas cosas.
Resulta que un Blu-ray tiene más de ordenador que del típico reproductor convencional DVD y necesita actualizaciones del firmware cada cierto tiempo. Esta afirmación requiere unas cuantas dosis de generosidad y sería equiparable a comparar un bolígrafo con una máquina de escribir, pero lo tristemente cierto es que para poder ver películas recién salidas al mercado necesitas la dichosa actualización. Resulta indispensable, por lo tanto, una conexión a Internet, directamente desde el Blu-ray, o descargarse el programa en un CD y luego esperar esa puesta al día, tan innecesaria como una patada en los genitales. No obstante, atención a la jugada, porque una vez completada puede ser que algunos formatos ya no se lean en vuestro reproductor, sobre todo las películas descargadas ilegalmente, esas que nadie baja de Torrent o eMule. Es curioso, porque los fabricantes de reproductores no te venden el producto con ese sistema anti-copy, quizás porque saben que, de ser así, no tendrían a buen seguro el mismo nivel de ventas. Es como darle las llaves del gallinero al zorro y luego echarle a patadas. Eso me recuerda las descomunales cifras que alcanzó la primera PlayStation, aplastando literalmente a su competencia más directa, la Saturno de Sega, y todo ello por la facilidad de piratearla. Cuentan las malas lenguas que, lo más surrealista del asunto, es que una muy conocida y puntera marca comercial ha alcanzado el delirio más apabullante, pues con su última actualización ha permitido visionar las últimas producciones de la Fox, pero no las de la Warner, lo que les tiene últimamente muy atareados para solucionar tan inoportuno despropósito.
En todo este asunto hay algo que no entiendo. Hoy en día se puede descargar de la red, en muy pocos minutos, una copia de calidad de cualquier formato. Un sistema cómodo para muchos y barato para casi todos. No creo que la mejor forma de recompensar a los que se toman la molestia de comprar un original sea incomodarlos con este tipo de bobadas, siendo además todas ellas absolutamente innecesarias. El efecto judder, las actualizaciones y otras ideas brillantes, son sólo eso, piedras en el camino de un formato que parece disuadirte de que compres material original. Una soberana estupidez.