Aunque muy rápidamente, la limitación de la capacidad y/o voluntad de lectura fue mencionada dos veces en la charla-debate que CADIcine llevó adelante la semana pasada en el marco del 21º BAFICI, con la intención de identificar las causas de la crisis que el cine independiente experimenta en nuestro país. Por un lado, un programador sentado entre el público recordó que los dueños de un multipantalla situado en la localidad bonaerense de San Miguel le transmitieron el enojo de buena parte del público por la proyección de una película extranjera en versión subtitulada. Por otro lado, Federico Pascua de BF + Paris Films relativizó la supuesta influencia de las críticas –o de los críticos– en los espectadores a la hora de ir al cine.
La queja proveniente del complejo de salas evoca el recuerdo de la solicitada que la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay publicó en octubre de 2017 para expresar su “consternación ante la creciente y ya desmesurada extensión de funciones con versiones dobladas de películas”. Los autores de aquel manifiesto advirtieron sobre la “aceptación pasiva” de la estrategia que los “distribuidores internacionales” diseñaron en función de un “mercado latinoamericano genérico”, es decir, de países que, en comparación con la ex Banda Oriental, “tienen mucho menor tasa de alfabetización e inferior calidad educativa”.
“El doblaje en cine es una consecuencia, no una causa” sintetizó la gerente general de un espacio multipantalla, entrevistada para este informe que el diario argentino El Cronista publicó a raíz del comunicado de la ACCU. “La gente lee menos y por lo tanto su capacidad y velocidad lectora también es menor” precisó antes de señalar el avance de este fenómeno desde que algunos canales de cable empezaron a presentar una programación completamente doblada.