El mercado veraniego de fichajes es el juego de nombres y de colores al que se prestan prensa y aficionados cada vez que el mes de julio asoma por la ventana dilatada por el calor. Los sueños, sueños son y, como tal, su fuerza e ilusión adjunta suelen atropellar cualquier atisbo de rigurosidad y necesidad, esas cualidades imprescindibles en las obligaciones pero dejadas de lado en los pequeños y grandes placeres de la vida, como el seguimiento deportivo para un gran porcentaje de la población mundial.
Entre nombres, reuniones, verdades sesgadas, mentiras a medias y fogosos debates sobre castillos de naipes, transcurre la época estival. Aunque la verdadera competición comienza a mediados de agosto, el juego de cromos se activa mucho antes y tiene múltiples escenarios. Cada uno tiene el suyo en su mente de entrenador campeón de Europa y los comunes resultan unirnos a todos los míster frustrados, antiguamente en las columnas del papel madrugador, hoy en día en el insomne e implacable timeline de Twitter. La Premier League no es una excepción y las principales peleas entre los ingleses amantes del fútbol (es decir, entre todos los ingleses) se fundamentan en torno al entusiasmo o apatía mostrados por los principales clubes del país a la hora de incorporar nueva mercancía.
La sensación personal es que el dominio de la ciudad de Manchester en la última edición de la Premier está marcando la iniciativa a seguir en el actual mercado de fichajes. El Manchester City espera relajadamente con su trofeo bajo el brazo a la espera de explotar el globo de transacciones con algún alfiler tan llamativo y espectacular como futbolísticamente injustificable. El crédito del título y, por qué no decirlo, del intangible aporte económico de Al Fahim al club, trasciende las causas deportivas y alza la bandera de la anarquía en la tierra de la toma de las decisiones, amparada en un romanticismo discutible, aquel que vota por reunir eun mismo vestuario la mayor cantidad posible de jugadores extraordinarios, independientemente del coste y de su rol en el equipo. ¿Apostamos por una posible bomba? La más sorprendente cayó ayer mismo. Mancini ha renovado como manager hasta 2017, como lo oyen. En el fútbol de élite suena a broma. En el Manchester City, lo inverosímil se vuelve tan frecuente que hasta puede salir bien.
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En la acera contraria de la ciudad, Ferguson espera. Seguro de sí mismo y de su entorno, ese club llamado Manchester United. Espera como quien fuma pausadamente un cigarro en la parada de autobús, decidiendo qué línea será la más apropiada para subirse. Los nombres pululan por las corrientes aéreas de las cercanías. Atractivos y falsos según quién los mire y quién los pronuncie. Van Persie, Cole, Demba Ba, Gaitán...de momento, Sir Alex ha decidido dar un relevo oriental al existoso merchandising de los red devils, marchándose Park y llegando Kagawa. Y seguirá esperando, se mueve perfectamente en este terreno.
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Londres toma la iniciativa y la palabra, saca el ideario, la chequera y pone encima de la mesa sus intenciones, como queriendo parecer honesto ante la llegada de los Juegos Olímpicos a la ciudad. ¿Cambiará el Arsenal de rumbo? Parece difícil si uno considera que el propio Arsenal, tal y como lo entendemos, es el mismo rumbo en sí. De momento, los capitanes elegidos para subir al barco son más expertos de lo habitual, dentro de la juventud que mandan las tablas de Arsène. Podolski, Giroud, quién sabe si M´Vila....se marcha Almunia, se espera a Wilshere...lo normal dentro de la anormalidad, que es el anuncio de Robin Van Persie sobre la no renovación de su contrato. De su marcha o su estancia dependerá la identidad del ataque del Arsenal.
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El Chelsea se ha liberado de sus fantasmas y parece querer empezar a divertirse. El club no puede personalizarse más en Drogba, exiliado voluntariamente a China donde ahogará su desahogo deportivo entre colchones rellenos de yenes. Hasta ahora, el nombre del verano es Eden Hazard. La expectativa hecha regate, descaro y velocidad. El belga lebronizó su marcha hasta límites insospechados. Su capacidad para triunfar parece asociada a su cualidad de no dejar indiferente a nadie. Juntar en la línea ofensiva a Torres, Mata, Hazard y Marin provoca profundos y placenteros sueños a los supporters blues, que empiezan a gustarse con eso de imaginar su nuevo papel de hedonistas de la Premier, amantes del balón y sorprendentes receptores de la diáspora de futbolistas belgas en Inglaterra.
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En White Hart Lane, intentan razonar y buscar las causas de un éxito que se resiste, un último escalón que el Tottenham aún no ha podido subir. La cabeza manda en la dirección técnica de un club habitualmente llevado con corazón sobre el césped. Vertonghen, un central de jerarquía, simboliza la seguridad y fiabilidad que buscan los spurs en su inexplorado camino a la gloria de los títulos. La competición regala a André Vilas-Boas una segunda oportunidad que, sin ningún tipo de referencia y basado en una simple e ignorante corazonada, pinta más favorable que su fracaso inicial en el barrio azul de la ciudad. Al igual que sucede con los vecinos del norte, el Tottenham se debate entre las diferencias de contar o no con uno de sus mejores activos. Parece que Modric quiere irse. Veremos de qué lado cae la moneda.
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¿Y el Liverpool? Cuesta analizar las decisiones de un club en el que no siempre reina la lógica ni la concordia. Llega Brendan Rodgers...se marcha Dirk Kuyt...you´ll never walk alone...vamos, lo de siempre. A mí los veranos del Liverpool me suelen aburrir, ojalá en este me retracte de mis palabras. En cualquier caso, ya ha comenzado el juego. Siéntense, apuesten y disfruten. Lo mejor es que cuanto todo esto haya terminado, comenzará lo bueno. O al revés, lo que ustedes quieran.
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