Seguramente lo más prudente sería callar y dejarlo pasar. Pero a estas alturas no desvelo nada si confieso que no me gusta morderme la lengua, así que lo suelto.
Hace un par de días surgió la posibilidad de que participara en la próxima Feria del Libro de Madrid, invitado por una de las entidades que asistirán. Os podéis imaginar la ilusión que me hizo. La condición era que los libros que llevara debían tener ISBN. Perfecto, tanto El viaje de Pau como Con la vida a cuestas cuentan con él. En su día hice la gestión pertinente, que me costó mis buenos euros.
Pues resulta que no, que ese ISBN no vale; tiene que ser un ISBN editorial. Así lo especifican las normas de la feria, no vaya a ser que sus mercedes se contaminen de la impureza infecciosa de los autores independientes.
Debería dejarlo pasar, lo sé. No debería afectarme. Debería aceptar el rechazo de la élite editorial, de quienes consideran que ostentan ad eternum el privilegio de decidir qué merece ser exhibido y qué no, de quienes en su absurda cobardía ven en los autopublicados una amenaza a su coto privado.
Por suerte o por desgracia, puedo expresar lo que me venga en gana porque no me debo más que a mí mismo. No entraba en mis planes participar en la Feria del Libro de Madrid, pero después de que surgiera la oportunidad y de evidenciar en primera persona la estupidez de quienes, como ese niño repelente dueño de un espléndido balón, se creen con la legitimidad de decidir a quién dejan jugar, no puedo más que reafirmarme en mi apuesta.
Soy autor independiente por elección propia. Puedo decir con orgullo que mis libros los han leído miles de personas, y que todo lo que he conseguido hasta ahora ha sido gracias a mi trabajo y a la ayuda de la mucha gente estupenda que he ido encontrando en el camino.
No me lamento por lo difícil que es vender libros ni por la cantidad de horas que tengo que dedicar a cosas que no son escribir (lo cual no significa que haya momentos duros, como en cualquier oficio). Me da rabia este rechazo, porque no está basado en criterios profesionales, sino en etiquetas.
Señores organizadores de la Feria del Libro de Madrid, sepan ustedes que son muy antiguos y que por muchos vetos que pongan, la autoedición y la autopublicación forman parte de su mismo mundo. Los autores independientes que lo somos por convicción no nos vamos a volatilizar. No somos un virus que se pueda combatir con medidas preventivas ni con cordones sanitarios. Estamos aquí, dedicando muchas horas cada día a nuestro trabajo, a aprender, a imaginar, a crear universos que atrapen a esos lectores que, afortunadamente, han superado con toda naturalidad los estúpidos prejuicios que a ustedes les atormentan.
Disfruten de su feria. Afortunadamente, en las múltiples ferias del libro que el día 23, Sant Jordi, celebramos en Catalunya, no existen prejuicios de clase.