Revista Cine

El cliché que yo ya vi/LXXIII

Publicado el 10 febrero 2011 por Diezmartinez
El cliché que yo ya vi/LXXIII

Abraham Sánchez Espinoza propone el siguiente cliché:

Déjenme echar un gorgorito: Una mujer provinciana llega a buscar fama y fortuna a la gran ciudad. Mientras recorre la gran urbe, encuentra un centro nocturno donde las mujeres bailan y cantan: queda fascinada con el espectáculo. Haciendo todo lo posible por ser parte del show, será relegada hasta que por una extraña casualidad, cierto día se ve obligada a mostrar su talento para cantar y ¡voilà!, el cliché del cantante novato que hace que el negocio prospere ha hecho su aparición una vez más, pues el lugar había estado experimentando problemas económicos que podrían solucionarse con el talento de esta mujer.

Ésta es la versión más reciente del cliché, vista en ese atolondrado musical que es Noches de Encanto (Burlesque), donde la impresionante voz de Christina Aguilera salva el día y el negocio de Cher, conocido como el Burlesque Lounge, el cual es pretendido por un poderoso empresario. Claro que ésta no es la única versión reciente del cliché: basta recordar que hace un año tuvimos a la excepcional París 36 (Faubourg 36), donde un grupo de desempleados intentan recuperar el control del teatro Chansonia y, para no variar, es la dulce voz de Nora Arnezeder la que aparece de la nada cuando el público le pide una canción, ante lo cual ella nos canta Loin de Paname, convirtiéndose en la sensación del teatro y en la esperanza de salvarlo de las manos de un malvado hombre de negocios.

Nuevamente la ejecución del cliché es la que hace la diferencia, pues en París 36 la aparición del mismo es majestuosa, tanto así que la canción logró ser nominada al Oscar hace un año, frente a otras canciones de la misma cinta que eran mucho mejores como Le môme Jojo, Attachez-moi, Enterrée sous le bal o esa melancólica Un recommencement. Mientras tanto, en Burlesque, hasta la canción que hiciera a Diane Warren ganadora del Globo de Oro es arruinada por una torpe y austera ejecución, con todo y la no menos impresionante voz de Cher.

Claro que para que el cliché se cumpla no necesariamente tenemos que tener a una mujer, ni tampoco a un cantante, como lo demuestra Heath Ledger en El Imaginario Mundo del Dr. Parnassus (The Imaginarium of Doctor Parnassus), donde el fallecido actor es rescatado de la horca por una peculiar caravana ambulante, la cual ha tenido pocos clientes. Y sí, aquí también es el talento del chico nuevo lo que podría salvar al negocio del Dr. Parnassus, pues este peculiar teatro necesita ganar almas para que el Doc pueda de una vez por todas ganarle una vieja apuesta al diablo. Aquí es el carisma de un Ledger aún revolucionado por su personaje del Guasón en El Caballero de la Noche (The Dark Knight) lo que empieza a atraer gente al negocio y a nosotros como espectadores.

Pero si alguien por ahí se quiere poner punk y dice que no vale el cliché si no hay cantante, van dos ejemplos más clásicos de una lúcida crueldad bárbara. El primero, cuando un inocente Pinocho se dirige a la escuela y es engatusado por un par de pillos, quienes lo venden al titiretero Strómbli. Pinocho se nos pone a cantar y apenas inicia se tropieza de manera torpe, causando la gracia del público, quien le lanza cientos de monedas al escenario, más por su torpeza que por sus habilidades como cantante o como marioneta sin hilos, ante la sorpresa de su conciencia, Pepe Grillo, quien ve cómo el público aclama a Pinocho. La ironía cruel radica en cómo Pinocho canta Viva la libertad, esto se llama vivir, sin imaginarse que Strómboli lo encerrará en una jaula, para poder obligarlo a cantar nuevamente, mientras un decepcionado Pepe Grillo se va exclamando que Pinocho ya no lo necesita, pues ¿para qué quiere conciencia un actor?

Y si la crueldad disneyana no basta, el segundo ejemplo se remonta a los inicios del cine sonoro con El Cantante de Jazz (The jazz singer), otro musical cuya trama ya giraba en torno al cliché, pues vemos cómo un pequeño niño cantor es la sensación en un club de jazz hasta que su padre, un estricto rabino judío se entera que su chamaco canta en el club, lo saca a patadas y lo corre de la casa, ante la mirada atónita de la madre. Si eso no bastara, en la secuencia final del melodrama, el cantante interpretado por un memorable Al Jolson, debe decidir entre cantar en la sinagoga de su padre o en Broadway, por lo que en segunda instacia el cliché ya no es usado para salvar el teatro o generar ganancias, sino que nos hace creer que la vida del padre depende de cantar o no cantar en la sinagoga, generando tensión en el espectador. ¿Salvará el cantante el día?

Sea como sea, ya sea para que el negocio prospere o salvar una vida, las cualidades mágicas del cantante novato en el cine seguirán apareciendo, pues ya el mismo Jolson anunciaba “You ain't heard nothin' yet!”(Aún no has oído nada), mientras que ahora Cher nos amenaza cantando “You haven't seen the last of me” (Aún no has visto lo último de mi).

Como dijera Strómboli en ese inolvidable doblaje argentino, el cliché “¡es un fenómeno!”.


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