“Bienvenida al club”, dicen que Cristina Fernández de Kirchner le dijo a Dilma Rousseff en una primera conversación telefónica entre mandatarias. Tras destacar la frase, los noticieros de TN y Canal 13 mostraron esta mañana a la flamante Presidente brasileña comprometiéndose ante cámaras a velar por la libertad de expresión, por los Derechos Humanos y por la Constitución de su país.
Algunos argentinos habrán celebrado la ocurrencia de ironizar sobre la bienvenida a una par que también se anuncia respetuosa de la pluralidad de voces, pero que seguro calla su intención de enfrentar al periodismo independiente. Estos mismos compatriotas habrán reconocido en Dilma la secreta intención de desarticular las grandes corporaciones mediáticas.
En este post que escribió para Carta Maior, Laurindo Leal Filho advierte que en Brasil ningúna reforma política “tendrá efectos prácticos si los medios de comunicación siguen cumpliendo con el absurdo papel político-electoral de hoy. No existe democracia que resista por mucho tiempo al poder de cuatro familias acostumbradas a establecer la agenda política nacional. Derrotadas gracias a la fuerza de un Gobierno que las supera en calles y plazas, nada garantiza que no vuelvan a apoyar -como antes- aventuras golpistas”.
Filho admite que “la tarea no es fácil; exige alta dosis de competencia y mucha sangre fría. Cualquier acción correctiva en esa área es llamada censura por aquéllos que defienden sus privilegios con uñas y dientes”.
Por otra parte, las primeras portadas online de Folha de São Paulo, Jornal do Brasil, O Globo anunciaron la victoria de Dilma como sucesora de Lula. No son esposos pero da la sensación de que, igual, su relación de continuidad despierta sospechas de marionetismo gubernamental.
Por si estas coincidencias resultaran insuficientes, Dilma habla con mirada fuerte, conceptos precisos y retórica aguda. Cuesta poco imaginarla enojada (y confrontando) con la oposición partidaria, empresarial, mediática.
Es cierto que Brasil no es Argentina, y que nuestras idiosincrasias difieren. Pero hoy por lo menos Dilma y Cristina parecen dignas socias de un mismo club.