Revista Maternidad

El club de las malas madres

Por Tenemostetas

"El club de las malas madres está lleno de mujeres que se sienten culpables por asuntos que escapaban totalmente a su control."
Irene García es bióloga, y madre implicada en construir "tribu virtual", promoviendo el uso de las redes sociales para la divulgación científica, para mejorar nuestra vida y la de nuestros hijos. Como ella misma dice: "tuiteando y la teta dando".
Sus artículos aparecen el blog Ser Mamás, y hoy no he podido sustraerme a la tentación de traerme este.
Necesario.
Autora: Irene García
Vía| Ser Mamás
El Club de las Malas Madres, por Irene García
“¿Me estás llamando mala madre porque mis hijos han nacido por cesárea?”
He obtenido esa respuesta en innumerables ocasiones, cada vez que en un foro o blog sobre maternidad comentaba que las cesáreas dificultan el vínculo madre-hijo que se establece durante el nacimiento porque las hormonas que median en este proceso (brutal y totalmente químico) no están presentes o su flujo se ha interrumpido en algún momento. Sería gracioso, si no fuera porque mis dos hijas han nacido por cesárea.
Mis dos hijas han nacido por cesárea y yo no me siento una mala madre. Al menos no por este motivo. Cuando hace tiempo, tras el parto de Ana, leía “La Revolución del nacimiento” de Isabel Fernández del Castillo, había momentos en los que no podía parar de llorar. Lloraba una pérdida, la de ese momento mágico en el que inundados ambos de las hormonas del parto, mamá y bebé se miran por primera vez y se enamoran para siempre. Ese momento en el que con el bebé enganchado a la teta, la oxitocina y las endorfinas por las nubes, la placenta, que os ha mantenido unidos en simbiosis durante casi nueve meses, se desprende y así comienza a liberarse la prolactina, que despierta de golpe todos los instintos de protección maternal. Y es que yo, por la prolactina, mato. Como todas las madres. O la gran mayoría.
¿Me estás llamando mala madre porque mis hijos han nacido por cesárea/no he dado teta/me puse epidural? Las hormonas del parto y la lactancia (oxitocina, prolactina, endorfinas), las que hacen que el vínculo entre madre e hijo se establezca, se asiente y se fortalezca, modificando redes neuronales que quedarán marcadas para el resto de la vida, no hace buenas madres. Su carencia tampoco las hace malas.
Perderse las hormonas del parto o de la lactancia sólo dificulta el proceso, lo vuelve más racional, le resta el componente biológico que permite a las hembras del resto de mamíferos comportarse como las mejores madres para sus hijos. Produce maternidades menos instintivas, pero no peores, sólo más difíciles, menos eficientes. Porque el instinto se equivoca menos veces que el pensamiento racional, si no está contaminado por connotaciones culturales.
¿Tu ginecólogo te dijo que el niño era muy grande y que había que hacer cesárea? ¿Que tenías las caderas muy estrechas? ¿Te tumbaron en la cama, amarrada a los monitores, sin poderte mover durante horas mientras te chutaban oxitocina sintética en vena? ¿Te dijeron que el parto no progresaba y que después te iba a doler mucho más? ¿Te hacían tactos constantes, te rompieron la bolsa de líquido amniótico, te pusieron un enema y te metió mano hasta el apuntador? ¿Con esos bonitos camisones hospitalarios con los que en cuanto que te levantas enseñas el trasero? ¿Te dolía tanto que pediste la epidural a gritos? ¿Te contaron que no tiene ningún efecto secundario, que es totalmente inocua? ¿Se llevaron a tu bebé nada más nacer a pesarlo, bañarlo, hacerle el test de Apgar? ¿Te dijeron que no te subía la leche, que las grietas son normales y que hay que aguantarse? ¿Que tu niño era flaco y que la lactancia se da “cada tres horas, diez minutos en cada pecho”? ¿Que todo el día en la teta es vicio? ¿Que el biberón es lo mismo y que además es más cómodo? ¿Que si duermes con él lo aplastas? ¿Que no lo cojas que se va a acostumbrar? ¿Se te acabó la baja maternal a las 16 semanas?
El club de las malas madres está lleno de mujeres que se sienten culpables por asuntos que escapaban totalmente a su control. Que se incomodan cada vez que leen un artículo científico sobre las ventajas de la lactancia materna, del parto natural o de que los niños se queden en casa al cuidado de la madre. Que además han de buscar su lugar en el mundo productivo de los hombres, sin pestañear siquiera cuando se dejan al bebé en casa de la abuela con 40 de fiebre, o en la guardería con un chute de paracetamol. Que van corriendo de acá para allá, intentando abarcarlo todo y condicionadas por una cultura que les impide acunar a sus hijos, dormirlos en sus regazos, compartir cama con ellos, acariciarlos y mimarlos, para que no se malcríen. Arrastrando muchas veces una educación autoritaria, que las castigaba física y psicológicamente. Que se sienten vigiladas y se increpan unas a otras porque sienten que se las está cuestionando. Por decisiones que no tomaron ellas.
Salir del club de las malas madres no es fácil. Requiere admitir que hay otras mujeres con más suerte, conductas o actitudes mejores que las tuyas. Requiere hacer autoanálisis, revisar creencias, modificar comportamientos aprendidos en la niñez, asumir limitaciones y conocerse a fondo, muy a fondo. Sentirse a ratos furiosa, idiota, atropellada, víctima, avergonzada, envidiosa, triste, engañada, mal. Y muchas veces ir contra-corriente.
El club de las malas madres nunca se abandona del todo. Su principal peculiaridad es que sus miembros piden respeto, muchas veces a gritos, otras veces en silencio. En el silencio del dolor infinito que te produce creer que no lo estás haciendo bien con tus hijos.
Su antagonista no es el club de las buenas madres, como se podría llegar a pensar, sino el club de las madres libres, porque las decisiones que se toman en libertad, jamás te hacen sentir culpable.
Sin embargo, no hay un club de las madres libres. Porque las madres libres no necesitan espejo en el que mirarse. Se asumen, se respetan a ellas mismas. Se perdonan, o al menos lo intentan.
Y si acaso, forman tribus.
Feliz Día de la Madre.
A todas vosotras.
Grandísimas. Madres.


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