Revista Libros
Al poco de empezar a escribir El club de las palabras prohibidas, cuando aún no tenía ni título, comenté con una amiga el argumento de mi novela. Ella me preguntó si me había inspirado en Fahrenheit 451 de Bradbury, ya que le parecía que la historia era muy similar. En ese momento se me vino el mundo abajo, yo no había leído esa novela, y no sabía hasta que punto mi historia podría parecer un plagio de la de Bradbury.Ramón, mi profe, me dijo que no me preocupara, que, en realidad, hay muy pocos argumentos originales, que casi todo ya está escrito, que lo que distingue una historia de otra es la forma de contarla.Tras leer la novela de Bradbury, decidí continuar con mi historia, pues si bien tenían ciertos puntos en común, por ejemplo, los libros estaban prohibidos en ambas, eran muy diferentes en otros aspectos. Fue entonces cuando decidí convertir mi novela en un homenaje a otras de ciencia ficción como Fahrenheit 451, 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Huxley. Una forma de acercar a los lectores más jóvenes a estos autores, de despertar su interés por esas obras maestras de la literatura. Por eso hago que aparezcan dentro la novela, incluso en una de las primeras páginas se reproduce un extracto de Fahrenheit 451:
No estaban seguros de que lo que llevaban en sus mentes pudiese hacer que todos los futuros amaneceres brillasen con una luz más pura, no estaban seguros de nada, excepto de que los libros estaban bien archivados tras sus tranquilos ojos, de que los libros esperaban, con las Páginas sin cortar, a los lectores que quizá se presentaran años después, unos, con dedos limpios, y otros, con dedos sucios.
Este año ha fallecido Ray Bradbury y me gustaría que mi novela fuera un modesto homenaje a este autor que tanta y tan buena literatura nos ha dejado.