Revista Cultura y Ocio

El club del tuper

Publicado el 11 marzo 2013 por Molinos @molinos1282

EL CLUB DEL TUPEREn 2009, hace mucho mucho tiempo, hice un post sobre hábitos de comida en días laborables, y entre otras cosas decía esto:
Después tenemos a los “yomeloguisoyomelocomo”, la tribu del Tupper. Son los que comen en menos de 40 minutos en una microsala que la empresa ha habilitado para que coma esa gente. La tribu Tupper suele comer así porque están a régimen pero ponen cara de que lo que comen es delicioso: pollo hervido con brotes de soja de bote…mmmmm. Son claramente unos perdedores, se han tenido que molestar en hervir el pollo la noche antes y por la mañana se han tenido que montar el kit: el tuper con el pollo, la frutita para el postre, los cubiertos y todo a la neverita para llevarlo al curro. Claramente es una opción fatal y está comprobado científicamente: la gente con peor humor de mi tele son los del Tupper. Entre la tribu Tupper hay unos cuantos, muy pocos, que tienen a alguien que les prepara la tarterita. Se les reconoce porque cuando los demás sacan el pollo hervido...ellos dicen: a ver, a ver...qué me han preparado hoy…alaaaa…canelones y arroz con leche. Son muy odiados por los del pollo hervido pero a ellos les da igual...tienen canelones.”
Ahora soy de la tribu del tuper y lo defenderé hasta la muerte.
Los del tuper somos especiales, muy especiales. Somos un club.
Para empezar, comer de tuper establece vínculos tribales muy fuertes. Si eres de los que bajas al comedor de la empresa o sales en manada a un restaurante de menú ( cosa imposible en los libros de colores porque en medio del páramo de Mordor hay más posibilidades de que te coman a ti que de encontrar algo que comer) puedes cambiar de grupo, puedes sentarte en otra mesa, puedes distraerte con la gente que entra y sale del comedor, puedes pirarte a comer solo, pero los del tuper somos muy pocos, y somos siempre los mismos y además comemos en un sitio muy pequeño. Establecemos extrañas relaciones emocionales en torno a nuestros envases de plástico. Puede que no te hables con tus compañeros en todo el día, puede que no sepas ni a que se dedican en los libros de colores, es posible incluso que si te los cruzas en el parking o en el control de accesos ambos dudéis si saludaros.
Los del club del tuper no estamos a régimen. Sencillamente adelgazamos, adelgazamos mucho porque prepararte la comida justo después de cenar cuando estás lleno, te hace poner muy poca comida en el tuper. Si se te ha olvidado hacerlo por la noche y lo haces de madrugada mientras desayunas llorando…realmente tampoco tienes hambre, es más, las lentejas que estás echando en el tuper te dan arcadas y piensas que ni de coña serás capaz de comer más de dos o tres cucharadas. Para cuando te das cuenta a las 2 y cuarto de la tarde de que has puesto una ración que le quedaría escasa a Pin y Pon ya no hay solución, solo puedes comerte lo que hay, que es poco..y por tanto adelgazas.
Después, y esto no lo sabes hasta que te metes en el grupo, compartir ritual de comida une mucho. Obviamente todo el mundo va a calentar la comida en el mismo microondas y eso, eso une muchísimo. Uno puede saber si ha elegido bien sus compañeros de club por la comida que calientan en el microondas. Hay que huir como de la peste de gente que come curry con asiduidad, sardinas, o que condimenta todo con toneladas de ajo. Se aceptan este tipo de comidas de vez en cuando, porque hay una especie de pacto, “yo acepto hoy que mis albóndigas apesten a curry y a cambio tú mañana no te quejarás si tu pollo huele a sardinas”, pero si alguien insiste en traer menús inadecuados, caerá al último puesto en la cola para calentar la comida, se sentará el último en la mesa y al final terminará comiendo solo porque los demás habrán terminado ya.
La parafernalia del tuper también es importante, muy importante. Cuando uno entra en el club, no lo sabe, cree que con cualquier cosa valdrá pero no. Es un poco como cuando empiezas a correr, que al principio piensas “la ropa da igual, lo importante es correr” y entonces sales a correr con la camiseta de promoción de gasolinera, el reloj que llevas todos los días y unos calcetos cualquiera. Luego te das cuenta de que los demás corredores te toleran pero no te reciben y te das cuenta de que es necesario llevar el atuendo adecuado. Con el tuper es igual. Al principio, llevas la comida en un tuper cualquiera que tienes por casa, uno que no sabes ni como ha llegado a tu armario, para ti todos tus tupers son iguales. Metes la comida en el tuper, coges un par de cubiertos, puede que incluso te plantees llevarlos de plástico y los metes en una bolsa de plástico cualquiera, la primera que sacas del armario.
Llegas al club del tuper y sientes miradas raras.
- ¿Qué es eso?- Mi bolsa de comida. - Eso no es una bolsa de comida, es de supermercado. - Bueno, qué más da...para traer la comida. - No, no da igual. ¿Y el tuper?- Pues no sé, uno que había en el armario…- ¿se puede calentar con la tapa puesta?- Pues no sé...creo que no. Es que en mi casa caliento la comida en un plato…y...- Aha...necesitas una neverita especial, y sobre todo...un tuper que pueda calentarse con tuper. - Es que yo no creo que vaya a estar mucho tiempo comiendo aqui..
Te miran, sonrien y siguen sacando las cosas de sus neveritas perfectas.  Tú intentas pasar de esas pijadas, te parece que eso es una bobada. Al fin y al cabo lo importante es el interior, la comida que llevas dentro y además piensas que no vas a estar mucho tiempo en el club del tuper, que en algún momento volverás a tener un horario que no te obligue a acarrear tu comida 100 km todos los días haciéndote sentir como un cowboy y te resistes a invertir en unas alforjas de moda para llevar la comida.
Pero nada cambia, pasan los meses y sigues ahí. Un día te das cuenta de que ya no abres el armario y coges cualquier tuper, escoges el de Ikea “caro”, el blanco con la tapa granate que permite calentar sin destapar y con el que puedes llevar curry sin apestar a todos y lo más importante tu comida no sabe a las sardinas que ha calentado el anterior. Ese ha pasado a ser “tu tuper” y cuando llegas y alguien ha osado a meter ahí cualquier otra cosa que no sea tu comida, te encabronas y te encuentras diciendo cosas como:
¡No os he dicho mil veces que ese es mi tuper!!! Encima de que me levanto a las 6 de la mañana y me tengo que llevar la comida...no respetáis mi tuper!!! ¡Le voy a poner una etiqueta!
Pasan más meses, y sin saber muy bien cómo has pasado a otra fase. Llegas al curro de noche, aparcas, y cuando sales del coche, llevas el bolso y tu fabulosa neverita con la comida. Ya estás incluso más allá del tuper caro de Ikea, tienes tus propios tupers de la neverita, una bandejita perfecta para dejar los cubiertos e incluso te has hecho con una cantidad bastante considerable de sobrecitos de sal, aceite, vinagre, kétchup y mayonesa para aderezar tu comida. Sabes que ya estás en el top ten del club del tuper. Ya eres alguien en la salita del microondas. Cuando te vean llegar con tu neverita, los demás integrantes del tuper sonreirán y admirarán tu nueva neverita. Lo que no saben, es que tienes un golpe maestro que te va a hacer alzarte con el poder del club.
Hoy llevas mantelito y te encuentras absurdamente orgulloso de eso.
Gracias a Dios...lo que pasa en el club del tuper, se queda en el club del tuper.

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