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El coaching no aporta nada

Por Davidsaparicio @Psyciencia
El coaching no aporta nada

Eparquio Delgado, psicólogo sanitario en España, hace una buena síntesis del pobre fundamento del coaching: 

Para ser coach solo hace falta desearlo. Cualquier persona puede decir que es coach sin haber realizado ningún tipo de curso ni contar con ningún título. Hay profesionales de distintas disciplinas que han sumado la palabra coach a su profesión, igualándose a aquellos que sin haberse formado en absolutamente nada se hacen llamar también de esa manera. Este punto resulta incomprensible cuando el coaching no aporta nada a lo que ya sabe un nutricionista, un psicólogo o cualquier otro profesional de la salud.

Para ofrecer algún tipo de autoridad y presionar a los organismos públicos con el fin de ser reconocidos como profesión, los coaches han creado una red de organizaciones regionales, nacionales e internacionales que obligan a sus miembros a contar con algún tipo de formación, que es la otra gran fuente de negocio del ­coaching. No solo se gana dinero ofreciendo servicios a personas y empresas. La otra gran fuente de ingresos tiene que ver con los cursos que organizaciones como la International Coach Federation (ICF), la International Coaching Community (ICC) y la International Association of Coaching (IAC) exigen a quien quiere contar con un título que tenga su aval. Si alguien quiere presentarse como asociado de alguna de estas entidades, puede obtener el título necesario realizando alguno de los cursos que imparten academias privadas vinculadas a ellas. Muchos de los cursos certificados por esas entidades ni siquiera exigen contar con el título de la ESO.

Y por último:

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Es importante recordar que los coaches no son profesionales sanitarios, por lo que no pueden tratar problemas de salud física o mental. Puede haber profesionales sanitarios que se hagan llamar coaches, pero son sanitarios a pesar de ese título y no gracias a él. También es importante saber que ofrecer servicios de coaching no es ilegal, como tampoco lo es practicar reiki, prescribir homeopatía o realizar conjuros contra el mal de ojo. Las personas deben tener el derecho a gastar su dinero en lo que quieran; los Gobiernos, la obligación de establecer límites a esos servicios, y tanto estos como los medios de comunicación, el deber de informar a la gente para que no caiga en las manos de vendedores de milagros.

Lee el artículo completo en El País.



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