OBRAS
EL COBERTIZO DEL SANTO CARALAMPIO · 24/02/2017
Un cobijo de 400 m2 cuadrados construido por algo menos de 100.000 € junto a Madrigal de la Vera.
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Caralampio from redfundamentos on Vimeo.
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Madrigal de la Vera está situado al norte de la provincia de Cáceres, en Extremadura. Se considera el comienzo de la sierra de Gredos y sus tierras son ricas en agua y pastos para un abundante ganado. El río Tiétar y la Garganta de Alardos moldean el territorio desprendiendo grandes bolos de piedra granítica que han sido utilizados para la construcción de caminos desde la época romana. Estos bolos del tamaño de sandías son parte del material de construcción tradicional de la zona. Muros, tapias y corrales, se cierran con esta piedra sin ningún tipo de argamasa. La piedra deja pasar la luz entre sus rincones y juntas y permite el rápido crecimiento de todo tipo de vegetación que enseguida envuelve las construcciones. No en vano esta tierra se ha llamado con envidia “la Galicia Chica”.
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
Málu, o Luz, o pieldevaca para sus clientes, mi amiga decoradora, que presume de ser gallega viene desde hace años a pasar largos fines de semana a esta tierra y aquí se acaba de hacer esta casa, o este cobertizo, como preferimos llamarlo. Arturo, sólo tengo 100.000 € para todo. A partir de ahí comenzamos a trabajar juntos en un proyecto, en un estado de ánimo, con una misma actitud.
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
La primera vez que vine a visitarla era el cumpleaños de Is. Su hermano pequeño, aunque muy Grade. Allí, pasado Madrigal, en lo alto de un cerro se había construido el hermano, otra casa hacía algunos años. Pasa los días como un anacoreta retirado a sus labores. Viviendo más para dentro que para fuera como le gustaba decir al maestro de Pontevedra, Alejandro de la Sota. El se mete con cierta gracia con la casa de Malu y yo con la suya, con muy poca gracia…Me pregunta siempre que cuándo la voy a terminar. Así pasamos las visitas de obra entre chuletas de cordero y lechazos al horno y un poco de un tinto de la tierra llamado Habla del silencio. Allí vive Is cuidando a dos vacas cachenas y cogiendo aceitunas. Un tanto exóticas para la zona, las vacas, pero su carne dicen algunos conocidos que es la mejor de la comarca. No es extraño que el nuevo ternerito que acaba de nacer se llame Chuletón. Bueno pues allí nos esperaron, el primer día, con una gaita entre las manos tocando alguna muñeira. Una familia de gallegos. Tan gallegos como yo. De aquela maneira.
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
Pero claro, La vera no solo es conocida por los hermanos Gonzalez. La vera es conocida por su cinegética, sus vacas, sus ovejas, su microclima, y por supuesto por los secaderos de tabaco y de pimientos. Por el pimentón. Todo ello genera una vasta y compleja cultura local que exprime los recursos de esta tierra y los aprovecha para satisfacer las necesidades con ingenio y con poco dinero. Cercados de fincas a base de bolos de granito recogidos de las llanuras aluviales, cierres con somieres y alambres abandonados o estructuras metálicas sencillas e ingeniosas, viviendas de trabajo y secaderos de ladrillo visto y girado para generar celosías y ventilaciones varias, Construcciones de bloque de hormigón con los bloques partidos a martillazos para que corra el aire entre ellos y sequen más rápido la hoja de tabaco. Sin complejos. Naves de estructura metálica para almacenar heno o cobijar animales, naves de catálogo o construidas por el herrero del pueblo con los perfiles que tenía más a mano. Un corolario de soluciones de ingeniería popular, doméstica, de andar por casa, de recursos locales, de pequeñas chapuzas de tremenda eficacia, de geniales analfabetos (1).
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
Así concebimos este cobertizo. Una construcción que se va deshaciendo, mostrando sus tripas elementales a medida que se mezcla con el bosque. Una estructura prefabricada de GPS técnicas metálicas. Una construcción que respira por sus agujeros, que se protege del sol bajo una sombrilla y de la lluvia bajo un paraguas. Un conjunto de soluciones de catálogo, sin más, que teníamos a mano y por supuesto el material que pudimos encontrar en el almacén de Oropesa al menor precio. Con un poco de ayuda, eso si, de Miguel y Almudena los cerrajeros de Madrigal. Aquí los arquitectos se mezclaron entre la tradición local y los materiales disponibles. La casa es fresca en verano y se calienta muy rápido en invierno. Puedo asegurarlo.
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
¿Que si diseñamos algo? Bueno, quizás... Decidimos separar la falleba de la carpintería de hierro. Así se aprecia el mecanismo, y queda desnudo, más sincero. También decidimos meter una casa pequeña dentro de una estructura grande que la protege del sol y de la lluvia desde lejos. La estructura metálica nos ofrece la sensación de interior, de cobijo psicológico, de espacio propio, mientras que dentro de la estructura de bloque se presenta el mundo confortable, acondicionado. El hogar que ha creado con su enorme intuición pieldevaca. Un refugio dulce y suave en el interior de un artefacto duro y eficaz.
Fotografía: © Carlos Fernández Piñar
(1). Subtítulo de un folleto divulgativo de Anna María Corbo. Nicola Zabaglia, un geniale analfabeta, Roma 1999. Zabagglia fue un albañil que trabajó en la Basílica Vaticana durante la primera mitad del siglo XVIII y cuyas realizaciones para auxiliar en la restauración se recogieron en un libro estampado en 1743. En el se hace referencia por primera vez en una publicación a los medios auxiliares, andamios, sistemas de transporte, elevación de materiales pesados y demás ingenios necesarios para la construcción o la restauración.
Arturo Franco